Hay días que currar se convierte en el principio del fín de tus baterías, son días en los que suena el despertador, lo sientes y al girarte ves que diluvia fuera de tu trinchera con forma de nórdico.
Tal ves el amor-odio hacia Bilbo es sin duda ese, esa negrura en los días tristes, esa lluvia y ese frío que solo el viento de la ría puede ofrecerte, es sin duda lo que te hace apreciar, saborear y palpar los días soleados y las cálidas compañías.
Es tener que ducharte entre tiritonas a las siete y media de la mañana, y lo que es peor, que sea sabado y pensar que deberías estar durmiendo, con resaca o en cualquier otro lugar que un autobus sobre el que oyes la lluvia golpear.
Después unas horas de frío, lluvia y de postre algún que otro vividor de las malas sombras que no sienten o padecen ninguna de esas miserias que tu sufres, mas que nada, porque mientras tenga otro bar de matinales al que ir no hay lluvia que los pueda acabar con su fiesta.
Luego café con neuronas, pensando ideas de tiempos mejores en los que fuiste un amago de guionista y sientes que comienzas a estar en reserva.
Aún te queda un amago de fiesta aguada y quedar con tu sonrisa.
Prefieres empezar con la sonrisa porque realmente, las ganas de andar, de seguir mojandote.
Entonces ves que estar en reserva era una idea demasiado optimista, demasiado incluso para salir de fiesta, de cenar con los amigos.
Notas que te agobian los bares llenos de lamentos rojiblancos, que el café no es droga suficiente para que despiertes y el frío y la lluvia deberían hacer que tu humor no mejorase, sino que se convirtiese en una sucesión de gruñidos y quejas.
Sin embargo solo queda tu cansancio porque tu sonrisa no te falla, tu sonrisa te acaricia, te vacila y te hace sentir que vale la pena pasar sueño mas cansancio por encontrarla.
Hoy vuelve a llover en bilbao y a pesar de eso aun tienes fuerzas para no olvidar la sonrisa.
Renaciendo
Hace 9 años
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