4/13/2015

LA VERDAD DE MIS ARRUGAS

Es curioso como un dolor físico puede terminar arreglando otro psicológico, extraño como sonreír con los ojos y sin embargo ambos totalmente posibles. Es la voz de la experiencia sumergida bajo cicatrices de golpes, resbalones y algún que otro fallo de cálculo al tirarte a piscinas vacías.
Ese sueño utópico de subir una escalera infinita para querer bajar la luna como prueba de vida está genial con los veinte, pero cuando el tres ya comienza a rozar el ecuador camino del cuatro, las cosas son mucho más simples.
El romanticismo por ejemplo, no es algo que se pueda alimentar del pasado sino que se trata algo  vivo, una evolución que comienza por quererse a uno mismo. Sabiendo que se tienen virtudes y defectos más que de sobra, comprendiendo que en el fondo, la gente que te acompaña en el camino son las que realmente hay que disfrutarlas. Personas que nunca te ponen a prueba, te siguen o comparten parte de las locuras que asolan tu cabeza las noches de lluvia y tormentos.
Esa es la base bajo la que cimentar la verdad.
No me refiero a nada romántico estrictamente en la palabra, no me gusta, siento que esa definición edulcorada y repleta de clichés de Hollywood es lo peor que le ha podido pasar al ser humano… vale el Requetón va primero…pero en esencia ambos se nutren de la misma infección. La necesidad de encontrar príncipes o princesas que nos salven de nuestros propios miedos y nos hagan adictas a las perdices.
Gilipolleces.
La verdad es que incluso me he sorprendido como con la edad veo todo más claro y aguanto menos los ahora si pero no. Será que empiezo a entrenar para convertirme en un viejo calvo cascarrabias de pelos en las orejas y cara de Buldog Francés, aunque en realidad, el aguante nunca fue una de mis mayores virtudes. Lo sé.  Quien me conoce habrá que tenido que sufrir alguno de mis episodios locos a lo Living la vida que ha terminado poniendo el suelo en el techo y el techo en el suelo.
Sin embargo por primera vez no me arrepiento de ellos.
Tan solo recuerdo que en esa época el límite de lo correcto rozaba lo Bizarro, tan necesitado de buscar un lugar cuando el mundo se hunde, que tome la vía del suicidio emocional arrastrando a los demás, tahúr de noche y penitente de día, entre promesas de no volver a caer en ese juego de buscar una media naranja y terminar comiendo limones, mandarinas, peras o fresas.
Fue una gran mentira…pero que cojones…fue realmente divertido.
Esa locura de la cual ahora hay unos frutos realmente increíbles, personas de esas que ya han visto lo peor de ti, en unos años que ni tú mismo te reconocías en el espejo y a pesar de ello, siguen ahí. Guerra a guerra. Salpicados a veces con la decepción, otras con la ilusión absorbente que sé que destilo por los poros de la piel cuando algo realmente me emociona, lo sé, comprendo que me gusta tener esos pequeños detalles entre el café de la mañana y los buenos días antes de coger el metro como tesorillos invaluables.
A veces soy tan ciego.
He tenido que pasar una infección, el viaje a ninguna parte del Nolotil y una simple visita de unos días para comprender la fortuna que me rodea. No es que nunca lo haya valorado, si navegáis entre este caótico mar de líneas veréis que hay muchas de ellas dedicadas a esas personas. Pero esta es más personal, pecando de vanidad y culpable de un ego inflado he de admitir que gracias a ese colchón emocional puedo ser directo con otras personas que nunca me hicieron bien, tal vez fuera divertido e incluso en algún caso realmente satisfactorio tanto en vertical como en horizontal, pero para nada sano.

Así pues prefiero cerrar las puertas que no me importan a patadas sin la balsámica cháchara de lo políticamente correcto y centrarme en seguir cimentando aquellas relaciones que me llenan como persona, me hacen crecer como creador y me enseñan a no tener que recordar esa divertidos años en los que quizás…y que quede claro solo quizás…viví dando demasiado trabajo al cuerpo y algún que otro órgano interno.

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SOLAMENTE UNA PIEZA...