Todos evitamos que los días se vuelvan iguales, que no haya emoción de la diferencia de lo que nos queda conocer.
Todos buscamos domingos de noches de sonrisas, de miradas a través de vasos de cristal y de evasión de resacas que llegarán cuando sale el sol.
Nos queremos creer que cada momento tiene que ser especial, que todo debe fluir, que nada puede ser igual y la perfección se consigue con el cambio.
Son días en los que miras por la ventana y el frío te salpica en la cara mientras consumes un cigarro mas por dependencia que deseo.
Son noches de lluvia oscura, de esa que moja antes de tocarte, de esas que cae sin que ningún paraguas pueda protegerte del chaparrón.
Sin embargo son días donde realmente no quieres cambiar nada, domingos cualquiera, de esos que renegabas como de los infiernos y jamás pensases llegarías a desayunartelos. Esos de manta y película, sin otra previsión que dejar que el tiempo pase minuto a minuto.
Son Domingos que a pesar de hacer cosas rutinarias, se convierten en únicas, se convierten en sonrisas con nombre y apellido, siguen siendo sonrisas pero su matrícula hace que sepas donde las aparca tu memoria.
Son caricias que antes te brindaba el alcohol y ahora lo hacen el las almendras bañadas en chocolate, de esas que su dulzura está con cada bocado, de esas que no puedes cansarte de probar.
Son trincheras iluminadas, de esas con luz y no llena de sombras, de películas de dudoso gusto y no de personas de de dudosa reputación.
Las altas horas de la madrugada se convierten en primeras horas de la tarde de un domingo cualquiera, de un domingo en el que te alegras de haberlo pasado en casa.
Porque habrá mas noches para acabar haciendo el gato, para brindar en los tejados de cualquier fiesta, de cualquier noche porque llega el momento que las noches son copias, que la monotonía se esconde tras la luna.
Son momentos en pesar que sin duda que debes volver a saber saborear las noches, dejar que vuelvan a dejar de ser monótonas y disfrutar, sobre todo disfrutar, de las trincheras, sonrisas y caricias de un domingo cualquiera.
De un domingo cualquiera, único y con ganas de volver a disfrutar.Nos queremos creer que cada momento tiene que ser especial, que todo debe fluir, que nada puede ser igual y la perfección se consigue con el cambio.
Son días en los que miras por la ventana y el frío te salpica en la cara mientras consumes un cigarro mas por dependencia que deseo.
Son noches de lluvia oscura, de esa que moja antes de tocarte, de esas que cae sin que ningún paraguas pueda protegerte del chaparrón.
Sin embargo son días donde realmente no quieres cambiar nada, domingos cualquiera, de esos que renegabas como de los infiernos y jamás pensases llegarías a desayunartelos. Esos de manta y película, sin otra previsión que dejar que el tiempo pase minuto a minuto.
Son Domingos que a pesar de hacer cosas rutinarias, se convierten en únicas, se convierten en sonrisas con nombre y apellido, siguen siendo sonrisas pero su matrícula hace que sepas donde las aparca tu memoria.
Son caricias que antes te brindaba el alcohol y ahora lo hacen el las almendras bañadas en chocolate, de esas que su dulzura está con cada bocado, de esas que no puedes cansarte de probar.
Son trincheras iluminadas, de esas con luz y no llena de sombras, de películas de dudoso gusto y no de personas de de dudosa reputación.
Las altas horas de la madrugada se convierten en primeras horas de la tarde de un domingo cualquiera, de un domingo en el que te alegras de haberlo pasado en casa.
Porque habrá mas noches para acabar haciendo el gato, para brindar en los tejados de cualquier fiesta, de cualquier noche porque llega el momento que las noches son copias, que la monotonía se esconde tras la luna.
Son momentos en pesar que sin duda que debes volver a saber saborear las noches, dejar que vuelvan a dejar de ser monótonas y disfrutar, sobre todo disfrutar, de las trincheras, sonrisas y caricias de un domingo cualquiera.
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