6/22/2015

COMO UN POEMA DE BUKOWSKI

Cuando los días se convierten en una sucesión de poemas de Bukowski sientes que algo debe de estar equivocado. El mundo o el reflejo del espejo. Da lo mismo quien sea finalmente el asesino, tanto uno como otro se convirtieron hace mucho en sospechosos habituales de los días de sombra y basura.
La maldición de la creación.                                                         
El precio pagado por querer inventar vidas ajenas y no sentirse salpicado de esa melancolía, sin censura, libres de las leyes morales donde poder cambiar las reglas. El cielo en el infierno y viceversa, a sabiendas que cada uno de los monstruos de armario tienen su origen en la comodidad de un diván propio. Pero a veces no es suficiente. Esa función no deja de ser una brillante interpretación donde poder envolver el hedor de las heridas que vuelve a supurar tras años de buena cicatrización.


Días convertidos en un poema de Bukowski.
Crudos como devorar un corazón crudo recién arrancado, palpitante de una realidad que siempre termina por alcanzarnos. Nunca seremos más rápido  que el tiempo ni más inteligentes que el pasado, cuesta creerlo, incluso se siente la necesidad de revelarse contra la verdad.
Sin embargo a veces es mejor dejar que la sangre limpie las heridas y permitir que el aire las vuelva a cerrar hasta el siguiente asalto. El secreto es no engañarse al pensar que el olvido hará que nunca regresen, para eso tendría que dejar de lado la esencia de dejar el boli sobre la mesa y divorciarme de los folios en blanco.
Ese sería el mayor de los engaños.
Por eso prefiero sufrir estos días y desear que sirvan para forjar el carácter de personas ajenas.

    

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6/16/2015

APOLOGÍA DE LA DEMOCRACIA



El tumulto que se ha motivado por ciento cuarenta caracteres es algo que roza el esperpento digno del circo con forma de estado donde nos ha tocado vivir. Partiendo de la base que esas frases son ofensivas, fuera de lugar y sin duda censurables, no dejan de ser palabras estúpidas en una red social con alma de judas.
Las palabras siguen siendo palabras.
Esa es la realidad, no tiene más recorrido, simples palabras que ni están cargadas de explosivos ni son armas que las gaviotas intentan estirar cual chicle. Son comentarios personales, igual que aquellos que pueden salir a la calle a celebrar una dictadura con miles de muertos a sus espaldas, igual que esas mismas juventudes de los azules, pueden levantar la mano en señal fascista.
No todo son virtudes en la democracia.
Porque la vida no es perfecta, las personas tampoco lo son y me parece tan sumamente estúpido rasgarse las vestiduras por esto, como que los comedores de los colegios queden cerrados, que los enfermos se mueran en listas de espera interminables o que el único futuro que quede es coger una maleta.
Al menos seamos serios.
Todo tiene su espacio y la verdad es que el de los últimos años está podrido, es mejor encerrar a un cantante por sus palabras que a un político por robar durante veinte años. El miedo que pensemos es el miedo más potente, el miedo al comunismo, a los Soviets, ese miedo a que los políticos tengan que hablar entre ellos.
El miedo a tener que pactar para conseguir gobernar…sacrilegio.
Detalles que pueden llevar a pensar que la democracia no es democracia sino es para los que roban, andan con narcotraficantes o siquiera tienen la decencia de otorgar el bastón de mando pero no pierden ni un instante a destruir hasta el papel del váter. Es curioso. Tal vez la democracia que nos vendieron, esa envuelta en una Constitución que ya nació repleta de errores consentidos y rezumando caducidad, es la pelota de un niño rico que se la lleva cuando no le gusta el juego.
Si queréis ver este doble rasero no tenéis más que ver una prueba os invito a mirar, solo a los que tengáis el estómago suficiente,  cualquiera de las declaraciones del portavoz de las gaviotas.
Una última cosa….
…Me pregunto si es menos reprobable que un presidente del gobierno, que cuando unos dibujantes fueron asesinados por la estupidez del fanatismo, lideró una manifestación para conseguir una foto sobre la libertad de expresión, puede negarse a reunirse con una fuerza política legal.
Lo dicho, o se le llama democrácia con sonrisa estúpida o eres un comunista, antisistema, el hijo de satán convertido en humano para la destrucción del ser humano.



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6/11/2015

MI NUNCAJAMAS


El abandono de este pequeño lugar ha sido por un viaje a otros renglones, unos que durante años han estado creciendo en la parte menos vaga de mi cerebro. Ahí nació hace muchas noches el Nunca Jamás, un lugar anclado en la fantasía pero con la sombra de la realidad en el suelo.

Tal vez llevo demasiado tiempo pisando el suelo de la ciudad, tanto que la inocencia ha claudicado ante la creatividad crítica, donde la marcha de la felicidad forzada, salió por la ventana para dejar paso a los personajes oscuros. Hijos bastados que a veces intento no querer demasiado y otras directamente los odio por el mero hecho del miedo a saber que son míos. Pequeños retazos de algo revuelto y deformado de algún recuerdo pasado, rostros olvidados en camas vacías, cuando el amor era sinónimo de sexo y la culpabilidad volvía con los primeros rayos del sol.
El ego de querer un reconocimiento aunque sea vano, de focos y sueños atados a las palabras de un libro con problemas de identidad. El lugar donde esconder el agrio sabor de ver como las flores cada vez crecen en la inmundicia de todo un sistema prohibido, donde el ladrón siempre tiene una carta para salir de prisión. Envenenados por los ojos con el virus de una insensibilidad social que se impregna cada vez más en lo hondo de la moral, esa mirada al ombligo propio con tanta insistencia, que ni siquiera parecen importarnos el llanto ajeno.
Somos culpables y de mi culpabilidad nacieron las líneas por las que abandone este pequeño espacio personal. Estos actores de teatro de roja telón son la personificación de los pecados escondidos, aquí, entre la memoria y el corazón, donde la única invariabilidad que me sirve de ancla es la nicotina de mis dedos.
El amarillo ha sido sin duda el color más fiel.
Así pues hasta aquí he llegado, a mano entre dos amantes, estas líneas y mi amadamente odiado Medianoche, ambas sabedoras que la fidelidad de los dedos es inversamente proporcional a lo que los ojos vean, el cerebro procese y la conciencia me vuelva a convertir en un ser indignado o un judas, ladrón de una historia ajena para moldear un poco más a alguno de los hijos bastardos de esta mente, simple y sin otra pretensión, que el aprecio de aquellos lectores de distancias cortas.

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6/03/2015

RAZONES SIMPLES

Uno de los mayores pecados del ser humano es creerse conocedor de una razón universal que nos mueve e incita para que realicemos grandes cosas. Marcar la huella. Convertirnos en alguien con la suficiente importancia como para que el tiempo no nos devore a base de olvido.
La realidad reside en los pequeños detalles.
Esos momentos en los que sin hacer nada realmente épico te hace sentir genial.
Es ver una película o dos en buena compañía entre una pareja que acoge a este Vasco con los brazos abiertos, entre monos gigantes y Xenomorphos, disfrutando de algún exorcismo que otro, aliñado con un fantasma con instinto maternal, que hacen que las vacaciones sirvan exactamente para pulsar el interruptor de desconexión.
Es volver a ver a ese dibujante cuya cabeza está repleta de mundos surrealistas, únicos y tan genuinos que te instan a volver a golpear teclas para darles vida.
Días de dar trabajo a los pulmones, brindar con el amigo Jackie y comer con la satisfacción de esas cosas que se hacen “con cariño”
La verdad es que son esos instantes los que te ayudan a comprender que tu puzle nunca estuvo incompleto sino con las piezas desperdigadas. Una en el norte. Otra en el Este y la última en la capital, todas importantes, ni más ni menos, simplemente únicas e irrepetibles como para perder el miedo a sentir de nuevo.
Es una decisión.
Tal vez esas tres piezas me han ayudado a saber que la cuarta siempre estuvo allí.
Tapada por los miedos y sumergidas en pensamientos de un futuro que lo único que hace es atenazar el presente, ahogándolo, evitando que sirva como excusa para disfrutar del momento sin buscar otra cosa que la tranquilidad de la verdad.
La culpa fue siempre mía, tal vez incluso se le puede llegar a llamar infección, un virus que pillé a través de las historias que escribí aquí. Esas de finales épicos o amores atormentados entre dos mares, como un velero a la deriva, buscando la necesidad de llenar un vacío que nunca estuvo allí. Una necesidad a superar las perdidas. La autodestrucción de alguien con afán por inmolarse contra el sol, de ahogarse en el espacio por querer tocar la luna o ser tragado por un agujero negro cuando buscaba la estrella más brillante.
Utópicos deseos de alguien que ha vuelto a aprender a mirar al suelo.
Es en la tierra donde esta lo verdaderamente único, lo ves en una pareja que se quiere sin necesidad de grandes alardes, no…no lo ves, lo sientes cuando estas a su lado. Un buen aprendizaje para volver a la rutina, con treinta y cuatro, habiendo superado la edad de ese salvador, pero sin la necesidad de obrar milagros.
Sin la necesidad de andar sobre las aguas.
Simplemente con ganas de seguir caminando sobre la tierra, sorteando los charcos de la complejidad ajena, deseoso de saltar sobre la claridad propia. La simplicidad de estar al lado de quien quiera que estés, sin necesidad de frases caducas, ni lo políticamente correcto o lo humanamente posible. 
La belleza de lo imperfecto y la sabiduría de disfrutar de lo realmente importante.
Esa simplicidad infinita de los pequeños detalles.




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SOLAMENTE UNA PIEZA...