Hay mañanas torcidas de esas que las sientes tan pronto como abres un ojo y sabes que ese día será de los duros.
Te duchas, sales a la calle y el calor invade tu cuerpo, es antinatural, sabes que no durará y asumes que la lluvia te acompañará aunque deseas que te dure el calorcito.
Según llegas a Bilbao te das cuenta porque un buen grupo tituló a una buena canción "llueve en Bilbao" o mas bien hoy se pudo llamar "El diluvio del fin de Bilbo".
Así ha partido el día con agua, frío invernal de esos que Enero nos regala y sobre todo, el viento asesino de paraguas que hacía que mojarte no se convertiese en una decisión, sino en una orden si querías mantener tu preciado anti lluvia.
Ha sido día de horas congeladas, de minutos que se diluian con lentitud entre los charcos. Segundos de gente corriendo, de coches pitando y mil y un suspiro al notar que el sol se ha cansado de pelear a las 6 de la tarde.
Así ha sido el día, aunque si dijera que aun así he sonreído, si diría que he soportado una granizada o un maratón de mas de doce horas fuera de casa sin ganas de que acabase.
Si diría que la lluvia, el frío y viento de la oscura calle de las 9 de la noche, es quizás la hora mas cálida del día, podríais pensar que estaría loco.
Sin embargo, creerme, no es locura lo que siento.
Renaciendo
Hace 9 años
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