1/06/2010

ADICTOS A LA BATALLA

Desde que nacemos somos bélicos, es nuestra naturaleza, nuestra herencia genética nos empuja a emular a nuestros abuelos de las cavernas.
Sé de alguien que con su bonita mirada me lo negará, pero seguiré pensando que los niños son malos por naturaleza, bueno no malos, sino con instintos destructivos, instintos primitivos de cazador que tenemos grabados en nuestras pupilas.
Todas las pupilas tienen esa memoria, ese cúmulo de errores y aciertos que nos hacen evolucionar, que nos hacen madurar.
Nos gusta las guerras, las personales e impersonales, las adoramos y son esas pequeñas batallas que nunca estarán en ningún libro, las que nos hacen sonreír o llorar.
Somos seres primitivos, demasiado primitivos, como para aprender a evitarlas, aprender a que tal vez no tengamos que solucionar el mundo mas lejos de nuestra cabeza.
Somos estrategas de lo personal, interpretamos gestos, analizamos situaciones y generalmente nos equivocamos.
Pero para eso tenemos nuestra parte irracional.
Es nuestra cara B nuestros sentimientos, sensaciones y intuiciones las que realmente nos hacen salir de esa ansia de control.
Son esos pequeños trozos irracionales las que nos hacen que cada beso sea único a pesar que siguen siendo los mismos labios, que cada mirada sea diferente a pesar que son los mismos ojos o que cada sonrisa se quede mas tiempo en la memoria que cualquier palabra.
Donde la razón nos dice que deberíamos parar, es nuestro corazón el que nos dice que debemos continuar, que debemos tirar la vergüenza a la basura, sacar unas cartas e intentar hacer un truco de magia que sabes de sobra que no te va a salir.
Es la verdadera fe que mueve montañas, sin dioses ni religiones, la fe personal de saber sentirte especial, con tus defectos y virtudes pero especial.
Es nuestra forma de intentar solucionar nuestro mundo y el de los demás, cuando en batallas personales siempre hay que pelear en soledad, como el héroe de tu propia película.
Son pactos de café para evitar que las guerras ajenas no te salpiquen, para que nunca seamos ni soldados ni rehenes de una guerra que casi ni sabemos que existe.
Es la forma irracional de comprender la sonrisa de una mandarina porque sabes que tu también la tienes en tu boca, porque sabes que un equilibrio desequilibrado, ha conseguido que vuelvas a sonreír sin analizar la situación.
Son conversaciones sobre ideas y principios, sin tener que llevarte las manos a la cabeza, sin otra cosa que querer conocer mas sobre esa persona y poder contarle lo que sea sin necesidad de medir tus palabras.
Es jugar al equilibrio inexistente, cada uno con sus fantasmas, con sus esqueletos en el armario pero sin asustarte, sino escuchando que tal vez, solo tal vez, hay mas detalles que te unen cada día.
Es nuestra ganas de batalla continua, nuestra adicción continua de ver el mundo con esos ojos bélicos, esas guerras que no tienen porque ser de sangre ni dolor.
Mejor que sean de caricias, besos y placer.


0 Comentarios:


SOLAMENTE UNA PIEZA...