OPERACIÓN MANTA

Semanas como la que nos está tocando sufrir nos hace plantearnos cosas, como por ejemplo, si aún seguimos queriendo al gris Bilbao.

Miras por la ventana y solo ves lluvia, frío y esa sensación que el viento se convierte en un okupa de tus huesos, de esos que no puedes desahuciar ni acelerando el paso.

Son días de convertirnos en cebollas andantes y al mirarnos al espejo sentimos nostalgia de nuestros pantalones cortos y camisetas de tirantes.

Es salir a la calle con menos movilidad que el muñeco Michelin, andando buscando un refugio bajo los tejados, cuando el cielo se mosquea y nos deleita con una tormenta que nada tiene que envidiar al diluvio universal.

Son días en las que siempre tienes las manos ocupadas, con un paraguas, una bolsa o cualquier otro objeto que no te permite esconderlas en los bolsillos.

Es el deseo que lleguen las ocho, poder regresar a casa y poner la calefacción para perder ese color morado que delata nuestra procedencia.

Son momentos de mal humor, de prisas, de esquivar varillas asesinas o evitar que los coches te salpiquen al pasar a toda velocidad junto a ti.

Por eso aunque bien cierto es que saltar sobre los charcos es algo divertido y que ver la lluvia caer es romántico para algunas personas, permitirme cagarme en los muertos de Gene Kelly y su cántico alegre, porque igual es divertido mojarse un día a año, incluso al mes, pero quería ver como cantaría si se mojase a diario.

Así que en eso estamos, a las puertas del fin de semana y con la operación manta y atrincherarme en casa, con una peli y mucho mucho estres por acabar a tiempo un libro que no pensaba que se convertiría en una historia CASInterminable.

Una buena canción para una mala semana.