Hay momentos en los que has llenado todos los armarios de tu casa con demasiadas cosas, demasiada ropa, demasiado trastos útiles en el pasado e inútiles en el presente.
Decides entonces hacer limpieza, quitar el polvo y tirar todo lo que ocupa parte de tu espacio vital, para encontrar sitio para lo nuevo.
El problema es que al hacerlo entras en una espiral de novedad en la que comienzas a tirar las cosas sin mirar, sin plantearte si aún pueden ser importantes para tí en el futuro.
Con el corazón pasa lo mismo.
Hay momentos que decides limpiarlo, que decides crear nuevos sueños y dejar apartados los viejos, reciclarlos.
Tiras recuerdos malos y buscas encontrar nuevas vivencias buenas para llenar ese espacio dejado. El problema como en tu cuarto, es que a veces le pones tanto ímpetu que abandonas demasiadas cosas, tantas que acabas sintiéndote vacío.
Tantas que a veces algunos buenos recuerdos acaban en la basura del olvido y cuando quieres recordarlos ya están perdidos.
Es algo que por lo menos a mí me suele pasar y quizás lo que mas odio de mí. Es ese ansia por correr cuando toca andar, por dejar el corazón tan libre que acalla a la razón y hacer las cosas sin pensar, como si fuesen espasmos de felicidad para no darme cuenta de lo que pierdo.
Ahora, viendo las cosas que hice o dejé de hacer, tengo muchas cosas de las que arrepentirme, muchas frases que borraría y muchas cosas que jamás hubiese hecho de haber tenido la tranquilidad de pensar en todo lo que podía perder.
Necesito soñar, me gusta pensar en algo mejor pero no puedo olvidar a la gente que me hace soñar y sobre todo la que sufre cuando yo sufro, las que sonríen cuando yo sonrío o se entristecen cuando ven una mueca de preocupación en mi cara.
Esta claro que tengo que hacer un hueco en el corazón porque no me gusta como bombea, pero si algo me ha enseñado mis últimas gilipolleces, es sin duda que hay personas que nunca debes sacar de tu vida, por muy vieja que se vuelva la relación.
Si se agrieta, se pega; si se ensucia, se limpia; si se puede olvidar siempre se debe tener a la vista (Aunque sea rubia a rayas rojas) y sobre todo si se siente lejos, se acerca.
Porque por mucho que nos guste mirarnos al ombligo, debemos mirar alrededor para aprender a soñar, para buscar esos apoyos que acaben convirtiendo los sueños en realidad.
Renaciendo
Hace 9 años
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