No hay sentido para el título de hoy pero no se a quien le prometí ayer que lo titularía así.
La verdad que la definición de tranquilidad siempre esquiva nuestros diccionarios, es algo que hay que aprender cuanto antes si quieres sobrevivir.
Es algo como un viernes salir de currar, ir a limpiar un piso con siete años de soledad de escoba y fregona y llegar a casa baldado.
Es algo como que te den media hora para vestirte coger un tren, un metro y casi un autobús si nos subiésemos puesto.
Es algo como aunque te pesen las piernas y tengas sueños, saques fuerza para poder saltar a ritmo de ska, bailando como indios y sin preocuparse por las agujetas del día después, de los segundos que robas al descanso a cada salto.
Son esos momentos, en los que te sientas mas cerca del paraíso, cada vez que tus pies se despegan del suelo.
Luego viene el cansancio, la resaca y las ganas de sentir que te han sobrado mil y uno de los botes de la noche anterior. Tu DNI recupera la edad que marcaba e intentas reptar fuera de la cama, intentando inútilmente, no morir deshidratado.
Aunque según pasan las horas y el cielo comienza a oscurecerse recuperamos las fuerzas, recuperamos esos sentidos vampírico que surgen cuando la luna se levanta. Esos deseos de morder la noche y aspirar su tiempo hasta que se convierta en día.
Entonces vuelves a tus bares de siempre, recuerdas a las personas que no quieres recordar y crees cruzartela.
Aun a pleno domingo no puedo asegurar que fuera ella o no, porque no me volví a girar a comprobarlo, porque como cantaba buena canción "El pasado ya es pasado y por el no hay nada que hacer", así que decidí mirar hacia adelante.
Bueno fue otra noche de esas que acaban en día, noches que el reagge nos llevó a volver a suicidar a nuestros estómagos, donde el tequila, vozka y licor se mezclaban con total libertad, mientras nuestros miedos aun nos dejan sin palabras ante unos bonitos ojos.
Al levantarte hoy te das cuenta que este iba a ser un fin de semana tranquilo, de esos que no ibas a dar trabajo ni a la cabeza, ni al corazón, ni al estómago.
Te desperezas y descubres que si haces poco caso a lo que te dice la gente, menos aún te lo hacer a tí mismo.
Renaciendo
Hace 9 años
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