Todo cambia demasiado deprisa, lo negro era blanco y lo blanco negro, con tal rapidez, que se agradecen los tiempos muertos en forma de sonrisas.
Esta vez solo fuimos cinco, como los lobitos, pero aun así los recuerdos volvieron a fluir y con ellos, valoras quizás un poco mas el ritmo de vida que has elegido, ese de no dormir, de morder tus buenos sueños y asumir retos que al final, tienen una recompensa en forma de satisfacción por sentir haber hecho un buen trabajo.
Es una enhorabuena, cálida y tan real, que te hace hincharte de orgullo por observar que valoran tu esfuerzo, tus quebraderos de cabeza y todo ese trabajo que se comprime en unas pocas páginas.
Sabiendo que saben que no serán perfectas, pero aun así, serán especiales.
Aunque también fue una noche para reflexionar, para pensar en todos esos viajes de aquí para allá, disfrazados de nómadas de la noche, en los que un taxi, un bus o un tren, dibujaron conclusiones en mi cabeza.
Observar la mirada triste del dolor, de la ingenua felicidad de pensar que diez años se parecen a un para siempre, sin ser otra cosa que algo tan efímero y frágil como un castillo de naipes.
Esos ojos me han enseñado, entre brindis, entre sonrisas y bromas, que es mejor seguir para adelante y que aferrarte a algo que te incordia no es sinónimo de felicidad futura, sino que en la mayoría de las veces, acaba convirtiéndose en la mayor de las tristezas.
Por eso aun no sé como empezarán los primeros meses del año, pero tengo claro que no voy a cerrar las opciones que me planta la vida, esas que aparecen de la nada y que te pueden ayudar a cumplir los sueños. Son las ganas de no buscar amoldarte a los pasos de otra persona, puesto que a veces son demasiado rápidos o incómodos para tu caminar que acabas siendo un extraño en tu casa, esa sensación que me hizo tomar la decisión de hacer la maleta hace unos meses y cambiar el rumbo, esa misma que a pesar de las dificultades del principio ha tenido unos beneficios mayores de los que jamás creí imaginar.
Así que en esas estamos, con ganas de seguir para adelante, de sentirme cómodo allí donde vaya, allí donde mis intereses me quieran llevar porque no quiero que nadie sacrifique nada por mí, pero tampoco me pidan que sacrifique mi sonrisa por nadie.
Es una ecuación simple y tanto como sentir la comodidad de las cuatro pareces en las que formamos el hogar, tanto como saber que a pesar de todo siempre te quedarán unos pocos elegidos, de esos que acabas jugando un poker mano a mano, de esos que brindas con una Kupela de fondo, de esos con los que ver una película de los años 80 y sobrevivir en el intento.
Personas que saben lo que es una broma y con lo que nunca se debe jugar, ni aunque sea por todo el oro del mundo, esos mismos que entenderán que como creo que pintara la paleta de mi futuro, mi camino vuelva a girar en el siguiente cruce.
Esta vez solo fuimos cinco, como los lobitos, pero aun así los recuerdos volvieron a fluir y con ellos, valoras quizás un poco mas el ritmo de vida que has elegido, ese de no dormir, de morder tus buenos sueños y asumir retos que al final, tienen una recompensa en forma de satisfacción por sentir haber hecho un buen trabajo.
Es una enhorabuena, cálida y tan real, que te hace hincharte de orgullo por observar que valoran tu esfuerzo, tus quebraderos de cabeza y todo ese trabajo que se comprime en unas pocas páginas.
Sabiendo que saben que no serán perfectas, pero aun así, serán especiales.
Aunque también fue una noche para reflexionar, para pensar en todos esos viajes de aquí para allá, disfrazados de nómadas de la noche, en los que un taxi, un bus o un tren, dibujaron conclusiones en mi cabeza.
Observar la mirada triste del dolor, de la ingenua felicidad de pensar que diez años se parecen a un para siempre, sin ser otra cosa que algo tan efímero y frágil como un castillo de naipes.
Esos ojos me han enseñado, entre brindis, entre sonrisas y bromas, que es mejor seguir para adelante y que aferrarte a algo que te incordia no es sinónimo de felicidad futura, sino que en la mayoría de las veces, acaba convirtiéndose en la mayor de las tristezas.
Por eso aun no sé como empezarán los primeros meses del año, pero tengo claro que no voy a cerrar las opciones que me planta la vida, esas que aparecen de la nada y que te pueden ayudar a cumplir los sueños. Son las ganas de no buscar amoldarte a los pasos de otra persona, puesto que a veces son demasiado rápidos o incómodos para tu caminar que acabas siendo un extraño en tu casa, esa sensación que me hizo tomar la decisión de hacer la maleta hace unos meses y cambiar el rumbo, esa misma que a pesar de las dificultades del principio ha tenido unos beneficios mayores de los que jamás creí imaginar.
Así que en esas estamos, con ganas de seguir para adelante, de sentirme cómodo allí donde vaya, allí donde mis intereses me quieran llevar porque no quiero que nadie sacrifique nada por mí, pero tampoco me pidan que sacrifique mi sonrisa por nadie.
Es una ecuación simple y tanto como sentir la comodidad de las cuatro pareces en las que formamos el hogar, tanto como saber que a pesar de todo siempre te quedarán unos pocos elegidos, de esos que acabas jugando un poker mano a mano, de esos que brindas con una Kupela de fondo, de esos con los que ver una película de los años 80 y sobrevivir en el intento.
Personas que saben lo que es una broma y con lo que nunca se debe jugar, ni aunque sea por todo el oro del mundo, esos mismos que entenderán que como creo que pintara la paleta de mi futuro, mi camino vuelva a girar en el siguiente cruce.
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