La madurez, esa época en la vida que todo ser humano sufre o disfruta, llega la primera vez que echamos la vista atrás y nos encontramos con la sombra de nuestros actos.
Algunos consiguen acallarla durante un tiempo con el ruido de las copas al brindar o la etílicas palabras de madrugada, donde tu compañero de trago, es en ese instante tu mejor compañero, tu amigo íntimo y mejor confidente, aunque horas después, se convierta en tu peor enemigo.
Cuando el día de "hacernos mayor" llega, comenzamos a usar las prisas como malas consejeras y cometemos errores por miedo a llegar los últimos en la carrera del tiempo.
Abrazamos doctrinas que nunca creímos que abrazaríamos, formamos cruces con los dedos y comenzamos a valorar el dinero ajeno como fuente de su felicidad y por ello, por querer poseer dicha felicidad, nos enzarzamos en una carrera sin descanso por conseguir una gran casa, un coche caro y todo lo que nuestra imaginación pueda desear o incluso un poco mas.
En lo personal se enciende una cuenta atrás, una detonación que aunque no ves, sabes que el resultado es una explosión tan devastadora como la soledad.
Vivir al día, se convierte en una utopía y cada vez que echamos la mirada hacia delante, tenemos en la memoria los recuerdos pasados, para darnos cuenta de nuestros errores, para comprender que tal vez nos equivocamos con ese último adiós y debimos mantener esa llama encendida, ahora que creemos que todo es un camino oscuro de horas y segundos sin un abrazo que poder dar o recibir.
Aceleramos los pasos, nos convertimos en liebres y nuestro fatalismo, fruto de la desesperación de comprender que todo a tu alrededor evoluciona, mientras tu te quedas estancado como el único habitante de una isla desierta, nos hace agarrarnos a clavos ardiendo.
Dolorosas decisiones que nos obligan a aguantar por miedo, por evitar la pesadilla de envejecer rodeado de gatos, aislado y sin nadie con quien compartir tus momentos de riqueza o tus oscuras miserias.
Sin embargo, aun se puede luchar y seguir andando, cometiendo errores, teniendo sueño, pensando metas futuras para evitar que el corazón recuerde, que sienta felicidad pasada, dibujada en negro presente.
Son los viajes, son las palabras, son todo aquello que te hace sonreír, evitar pensar demasiado y disfrutar de un nuevo día, ocupado y saturado de sueños, de horas de insomnios por necesidad, no por obligación.
Es la forma de permanecer íntegr@s ante las putadas, ante las esquinas oscuras donde se esconde los malos momentos y conseguir buscar una luz, sin fe, ni buscar una salvación mas lejos de tu mismo, tan cerca como tus ganas de vivir la vida, de soñar lo insoñable, de desear que siempre puedes mejorar en algo mas que tu cartera, en algo como ser mejor persona, aprendiendo de los que te rodea, disfrutando de lo desconocido y sobre todo, sintiendo que no debes convertirse en nada diferente a lo que eres para encontrar una redención que no necesitas.
Algunos consiguen acallarla durante un tiempo con el ruido de las copas al brindar o la etílicas palabras de madrugada, donde tu compañero de trago, es en ese instante tu mejor compañero, tu amigo íntimo y mejor confidente, aunque horas después, se convierta en tu peor enemigo.
Cuando el día de "hacernos mayor" llega, comenzamos a usar las prisas como malas consejeras y cometemos errores por miedo a llegar los últimos en la carrera del tiempo.
Abrazamos doctrinas que nunca creímos que abrazaríamos, formamos cruces con los dedos y comenzamos a valorar el dinero ajeno como fuente de su felicidad y por ello, por querer poseer dicha felicidad, nos enzarzamos en una carrera sin descanso por conseguir una gran casa, un coche caro y todo lo que nuestra imaginación pueda desear o incluso un poco mas.
En lo personal se enciende una cuenta atrás, una detonación que aunque no ves, sabes que el resultado es una explosión tan devastadora como la soledad.
Vivir al día, se convierte en una utopía y cada vez que echamos la mirada hacia delante, tenemos en la memoria los recuerdos pasados, para darnos cuenta de nuestros errores, para comprender que tal vez nos equivocamos con ese último adiós y debimos mantener esa llama encendida, ahora que creemos que todo es un camino oscuro de horas y segundos sin un abrazo que poder dar o recibir.
Aceleramos los pasos, nos convertimos en liebres y nuestro fatalismo, fruto de la desesperación de comprender que todo a tu alrededor evoluciona, mientras tu te quedas estancado como el único habitante de una isla desierta, nos hace agarrarnos a clavos ardiendo.
Dolorosas decisiones que nos obligan a aguantar por miedo, por evitar la pesadilla de envejecer rodeado de gatos, aislado y sin nadie con quien compartir tus momentos de riqueza o tus oscuras miserias.
Sin embargo, aun se puede luchar y seguir andando, cometiendo errores, teniendo sueño, pensando metas futuras para evitar que el corazón recuerde, que sienta felicidad pasada, dibujada en negro presente.
Son los viajes, son las palabras, son todo aquello que te hace sonreír, evitar pensar demasiado y disfrutar de un nuevo día, ocupado y saturado de sueños, de horas de insomnios por necesidad, no por obligación.
Es la forma de permanecer íntegr@s ante las putadas, ante las esquinas oscuras donde se esconde los malos momentos y conseguir buscar una luz, sin fe, ni buscar una salvación mas lejos de tu mismo, tan cerca como tus ganas de vivir la vida, de soñar lo insoñable, de desear que siempre puedes mejorar en algo mas que tu cartera, en algo como ser mejor persona, aprendiendo de los que te rodea, disfrutando de lo desconocido y sobre todo, sintiendo que no debes convertirse en nada diferente a lo que eres para encontrar una redención que no necesitas.
0 Comentarios:
Publicar un comentario