SENTIR A 5 CUADRAS

Una ciudad siempre será una ciudad, por mucho encantos que se quieran escribirle, cantarle o pintarle, una ciudad siempre será una ciudad.

Tal vez es porque siempre viví fuera de una, tal vez porque la mas cercana que conozco es tan pequeña que es una Villa o tal vez es porque siempre fui una cabra que tiró para el monte antes que el cemento.
Por eso, la primera vez que mis ojos observaron Buenos Aires a través del cristal de un taxi, sentí que todo aquella mezcla caótica de gente, coches y motos iban a cansarme mas que haber estado subiendo por montes helados.
Luego cuando finalmente paras en ella y no te dejas absorber por el ruido, por la gente o por los pasos de cebra asesinos, descubres que aunque sigue siendo una enorme ciudad, tiene un millón de pequeños detalles que te hacen parar en cada esquina.
Ver u oir grupos callejeros, de esos que nunca sonarán en las radios y cuyo talento seguramente es mayor que muchos de los que si suenan a diario.
Oler a carne a la parrilla a cada paso, esa misma que has degustado hasta la saciedad y que te ha echo cometer excesos que a la vuelta se pagaran.
Pero sobre todo sentir, sentir a la gente que se mueve con prisa, sentir que es una ciudad llena de lugares para ver, sentir que a cada Cuadra, que a cada calle, hay historia escrita.
Una historia deformada por los políticos, pero una historia sumergida, única, orgullosa de ser de color celeste y blanco.
Es sentir que cuando entras en la Plaza de Mayo, el olvido es lo único que debe ser olvidado.
Es sentir el tango, la música, el baile, ese violento movimiento sensual que resume como nadie la frase "Ni contigo ni sin ti".
Es levantarte cada mañana y mirar por la ventana, para descubrir un enorme obelisco que resume que en un tiempo pasado, en un tiempo donde no existía la globalización, las grandes empresas y la política, argentina soñó con ser libre.
En resumen, es sentir Buenos Aires cuadra a cuadra, calle a calle.