12/22/2009

OTRO HIELO CAMARERO

Esta claro que ya no tenemos edad para andar en manga corta, menos aún, con el termómetro diciéndonos verdades en forma de cifras negativas.

La consecuencia es una baja, el fin del mundo nos despidió con sobresaltos, con una casi-perdida de un avión y una carrera al límite, sin tiempo de mirar por última vez a Usuaya.
Abandonamos el faro, los pingüinos o las montañas sin una mirada, como un amante de amanecer. Atrás dejamos a un siciliano, una barbacoa imposible o una bebida que no se bebería ni el mismísimo diablo.
Sin tiempo para la nostalgia, mas que nada por la resaca, llegamos a nuestro siguiente "hogar de paso".
Para mí fue sin duda el mejor, sin contar la hospitalidad de Vero y sus allegados por supuesto.
Mientras el pobre Txino comía y cenaba a base de medicamentos, para sobrevivir a las consecuencia de la borrachera del fin del mundo, yo me atrevía a tentar a mi cuerpo y dar una vuelta para saber donde demonios habíamos aterrizado.
Nuestro destino se llamaba Calafate.
Cuando ves Calafate por primera vez, tu cabeza lo asocia sin dudarlo a una ciudad sureña de película americana. Una calle principal, con su casino, con sus tiendas y poco mas que mostrar, poco mas que ver para seguir robando tiempo a mi cansancio.
Así que sin mas pena que gloria el día llegó a su fin.
La mañana llegó como siempre, madrugando y comprobando que a veces querer es poder, mas aún cuando has cruzado medio mundo para poder ver lo que tus ojos quieren ver.
No hay resaca, no hay cansancio o sueño cuando estas delante de un glacial.
Simplemente ver el blanco azulado del hielo, oír como cruje, como se retuerce como si estaría vivo, hace que te sientas enano, insignificante, ante una de las mayores maravillas que esconde la tierra.
Con esa paz y sin estar preparados, por lo menos dos que yo me sé, acabamos en los Andes.

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SOLAMENTE UNA PIEZA...