Cuando madrugas en mitad de tus vacaciones tantos días seguidos, tu humor no mejora sino mas bien lo contrario.
Planteas que si eso son realmente vacaciones, si no estas viendo demasiadas cosas en tan poco tiempo, si estas disfrutando del viaje o tu cuerpo te pasara factura.
Todo cambia cuando te encuentras frente a los Andes, cuando vez quizás uno de los mejores paisajes que mis ojos verán en su vida.
Ves esos montes que impresionan, que te hacen tan pequeño que sientes que te van a engullir. Son esos picos, algunos de los que unos supervivientes de un accidente de avión, escalaros para no morir de frio.
Ver esos montes, te hace pensar hasta donde puede llegar el instinto de supervivencia.
Tal vez quise ver demasiado o tal vez, sentí que aquel paisaje desaparecería de mi memoria tan pronto como lo dejásemos atrás.
Por eso, esa marcha a cámara rápida, intentando absorver todo lo que mis ojos estaban viendo, hizo que reventaran a mis compañeros de viaje.
Esa sensacion de frío que se cuela hasta tus huesos te hace sentir morir y sin embargo, sientes que necesitas sentirlo para vivir.
Es la forma que el chocolate te revive y te hace no separar la mirada de aquellas montañas.
Después de esa imagen y sentir tu cuerpo realmente cansado, nada mejor que unos dias de descanso de vuelta a una amiga que nos acogió en su casa.
Días de descanso, risas y cenas.
Noches de tranquilidad, de no tener que madrugar y descansar entre copas, cervezas y búsqueda de regalos imposibles.
Un descanso en el camino para poder recuperar las fuerzas para viajar de nuevo y acabar en un lugar repleto de agua cayendo y no por lluvia precisamente.
Planteas que si eso son realmente vacaciones, si no estas viendo demasiadas cosas en tan poco tiempo, si estas disfrutando del viaje o tu cuerpo te pasara factura.
Todo cambia cuando te encuentras frente a los Andes, cuando vez quizás uno de los mejores paisajes que mis ojos verán en su vida.
Ves esos montes que impresionan, que te hacen tan pequeño que sientes que te van a engullir. Son esos picos, algunos de los que unos supervivientes de un accidente de avión, escalaros para no morir de frio.
Ver esos montes, te hace pensar hasta donde puede llegar el instinto de supervivencia.
Tal vez quise ver demasiado o tal vez, sentí que aquel paisaje desaparecería de mi memoria tan pronto como lo dejásemos atrás.
Por eso, esa marcha a cámara rápida, intentando absorver todo lo que mis ojos estaban viendo, hizo que reventaran a mis compañeros de viaje.
Esa sensacion de frío que se cuela hasta tus huesos te hace sentir morir y sin embargo, sientes que necesitas sentirlo para vivir.
Es la forma que el chocolate te revive y te hace no separar la mirada de aquellas montañas.
Después de esa imagen y sentir tu cuerpo realmente cansado, nada mejor que unos dias de descanso de vuelta a una amiga que nos acogió en su casa.
Días de descanso, risas y cenas.
Noches de tranquilidad, de no tener que madrugar y descansar entre copas, cervezas y búsqueda de regalos imposibles.
Un descanso en el camino para poder recuperar las fuerzas para viajar de nuevo y acabar en un lugar repleto de agua cayendo y no por lluvia precisamente.
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