2/13/2009

HABIA UNA VEZ 1 MANDARINA

Hoy ha sido un día de locos, de esos dementes y sin control que a veces pasan a tanta velocidad que no sabes ni donde estás.
Te toca un día frío, de esos que los huesos tiritan y no necesitas un cigarro para sacar humo por la boca.
Son días que pareces el muñeco de michelin, porque tienes mas ropa en el cuerpo que casi lo que tienes en el armario.
Son días que buscas el solete a media mañana e intentas que las dudas existenciales de la gente sobre los pasos de cebra, no te mareen mucho.
Luego llega la tarde y con ella el calor y sudas, sudas como si estuvieses en el gimnasio y la dos horas que te quedan de curro parecen eternas.
Son las cinco y ya estas cansado.
Aun te queda correr de un lado para otro para conseguir el disfraz, coger un metro y meterte veinte minutos de transporte subterráneo.
Aunque la verdad es que vale la pena, porque así he descubierto como son unos de los ojos mas bonitos que conozco en directo.
Aunque detrás de esos ojos hay una persona, una con la que he charlado amenamente sobre el mundo de la informática, sobre 300 espartanos (AU, AU) o sobre las pelis de terror con bichos.
También ha habido tiempo para hablar de sus terremotos y lo salaus que son, de heridas de travesuras infantiles o de la bricomania casera de las lonjas.
Entre tanto el tiempo ha volado, vuelve a coger un metro y de rebote un tren en el último minuto, en plan película de acción.
En fin, que llegas a casa y te dispones a descansar porque de lo contrario mañana va a currar quien yo te cuente.
Ala a la cama.

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SOLAMENTE UNA PIEZA...