El destino bajo el que sumergimos nuestras dudas, nuestros miedos y se convierte en una gruesa tela con la que cerrar los ojos sin miedo a nuestras propias decisiones.
Nosotros no controlamos el destino, sin embargo controlamos las decisiones que nos llevan a elegir que camino seguir a cada instante de nuestra vida.
Nos cegamos en pensar que todo estaba escrito, que las cosas pasan porque tienen que pasar y no podemos asumir que todo es un continuo estado evolutivo.
Controlamos nuestras decisiones, y sin embargo, no podemos controlar el tiempo, ni evitar cometer errores.
Somos humanos y nos equivocamos.
Las cosas se rompen, las relaciones se rompen, las personas se rompen y sin embargo todo al romperse cambia.
Puede ser una fisura y finalmente estallar en mil pedazos quedando destruido en algo bueno del pasado
O puede romperse en mil pedazos y volverse a moldearse sin prisa, con mimo y moldearlo cada segundo para que aguante el siguiente.
Tenemos que asumir las cosas que se romper, mirarnos a nuestro feo ombligo aunque siempre sea mas fácil mirar otro, mas bonito, mas perfecto y que brilla como si tuviera un piercing de diamantes.
Hay que aprender a desnudar algo mas que el cuerpo y saber cuando quererte, a saber cuando querer y a quien mirar a los ojos con la valentía suficiente para elegir el camino sin vendas en los ojos.
Nosotros no controlamos el destino, sin embargo controlamos las decisiones que nos llevan a elegir que camino seguir a cada instante de nuestra vida.
Nos cegamos en pensar que todo estaba escrito, que las cosas pasan porque tienen que pasar y no podemos asumir que todo es un continuo estado evolutivo.
Controlamos nuestras decisiones, y sin embargo, no podemos controlar el tiempo, ni evitar cometer errores.
Somos humanos y nos equivocamos.
Las cosas se rompen, las relaciones se rompen, las personas se rompen y sin embargo todo al romperse cambia.
Puede ser una fisura y finalmente estallar en mil pedazos quedando destruido en algo bueno del pasado
O puede romperse en mil pedazos y volverse a moldearse sin prisa, con mimo y moldearlo cada segundo para que aguante el siguiente.
Tenemos que asumir las cosas que se romper, mirarnos a nuestro feo ombligo aunque siempre sea mas fácil mirar otro, mas bonito, mas perfecto y que brilla como si tuviera un piercing de diamantes.
Hay que aprender a desnudar algo mas que el cuerpo y saber cuando quererte, a saber cuando querer y a quien mirar a los ojos con la valentía suficiente para elegir el camino sin vendas en los ojos.
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