Vivimos atado a las herencias, somos como seres con códigos de barras en los que esta toda nuestra información.
Tenemos el ideal de conseguir la herencia de algún tío rico de esos que oimos hablar en las películas, que no conocemos y no sabemos porque razón, se va a acordar de un sobrino suyo que no ha visto casi en su vida.
Vivimos con la herencia genética de nuestros aitas, de nuestros abuelos o cualquier otra familia que nos marca el color de nuestros ojos, la anchura de nuestras caderas o nuestro caracter, con sus partes buenas y malas. Somos cabezones, bondadosos, rencorosos o buenos porque nuestra herencia así ha querido que seamos, por eso cada uno tolera o perdona cosas totalmente diferentes a su vecino.
Por último tenemos la herencia emocional, quizás es la mas peligrosa porque es la que mas se arraiga a nosotros. Tenemos memoria emocional y tendemos a igualar sentimientos, sin darnos cuenta que las personas son un mundo, que nadie es igual a otro.
Nos tenemos que dar cuenta que el dinero se gasta, que nuestro pasado no marca nuestro presente y que es nuestro día a día lo que marca realmente nuestro caracter. Tal vez tengamos un patrón genetico, pero es simplemente eso, un patrón para acabar creando el traje que será nuestro caracter.
Si todo lo anterior se puede cambiar, el plano emocional tambien y es algo necesario, porque de él depende tu felicidad. El miedo a sentir te puede convertir en un gilipollas profundo, un guerrero contra el sentimiento que la caga a cada paso un poquito mejor capuyo que el anterior. Dejarte dominar por el miedo y el dolor de una emoción pasada puede romper amistades importantes e incluso algo que sería sin duda lo mejor que te pasaría en tu vida.
Es esa valentia la que me ha faltado durante tanto meses la que ahora me sobra, la que me hace querer oler ese pelo cada día, la que me hace querer estar a su lado a cada instante, la que me hace darle lo mejor que tengo...
Lastima que sea tarde para que ella lo quiera, aunque no me canse de intentar querer demostrarle que nunca fui el gilipollas bastardo que ella piensa que soy.
Tenemos el ideal de conseguir la herencia de algún tío rico de esos que oimos hablar en las películas, que no conocemos y no sabemos porque razón, se va a acordar de un sobrino suyo que no ha visto casi en su vida.
Vivimos con la herencia genética de nuestros aitas, de nuestros abuelos o cualquier otra familia que nos marca el color de nuestros ojos, la anchura de nuestras caderas o nuestro caracter, con sus partes buenas y malas. Somos cabezones, bondadosos, rencorosos o buenos porque nuestra herencia así ha querido que seamos, por eso cada uno tolera o perdona cosas totalmente diferentes a su vecino.
Por último tenemos la herencia emocional, quizás es la mas peligrosa porque es la que mas se arraiga a nosotros. Tenemos memoria emocional y tendemos a igualar sentimientos, sin darnos cuenta que las personas son un mundo, que nadie es igual a otro.
Nos tenemos que dar cuenta que el dinero se gasta, que nuestro pasado no marca nuestro presente y que es nuestro día a día lo que marca realmente nuestro caracter. Tal vez tengamos un patrón genetico, pero es simplemente eso, un patrón para acabar creando el traje que será nuestro caracter.
Si todo lo anterior se puede cambiar, el plano emocional tambien y es algo necesario, porque de él depende tu felicidad. El miedo a sentir te puede convertir en un gilipollas profundo, un guerrero contra el sentimiento que la caga a cada paso un poquito mejor capuyo que el anterior. Dejarte dominar por el miedo y el dolor de una emoción pasada puede romper amistades importantes e incluso algo que sería sin duda lo mejor que te pasaría en tu vida.
Es esa valentia la que me ha faltado durante tanto meses la que ahora me sobra, la que me hace querer oler ese pelo cada día, la que me hace querer estar a su lado a cada instante, la que me hace darle lo mejor que tengo...
Lastima que sea tarde para que ella lo quiera, aunque no me canse de intentar querer demostrarle que nunca fui el gilipollas bastardo que ella piensa que soy.
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