Demasiadas cosas tendrían que tener señales de peligro de fuego. Demasiadas cosas que en nuestro día a día nos rodean y suponen un peligro bastante mas grande que una colilla en una gasolinera.
Sobre todo cuando te paras a hablar de los pequeños fuegos íntimos.
Esos que queman como si de combustión espontánea se tratase, hasta llevarte al peor de los infiernos y huyes de ellos, sin saber que siempre fueron tu salvación.
Esos incendios a lo personal, a lo sentimental, esos fuegos para los que no existen cortafuegos, esos que nunca mueren para bien o para mal, que siempre queda una ascua encendida esperando nueva gasolina.
Es el sentimiento a quemarropa, ese que al final no puedes mantener que vuelva a prender, a sentir, a besar o simplemente a dejarte quemar.
Porque nos guste o no, siempre fuimos pirómanos que necesitan el calor de otro fuego para competir por sentir, por abrasarnos y ahogar todo el oxigeno hasta que nos cueste respirar, hasta que tan solo podamos jadear.
Así que arded malditos y quemar todo lo que en el pasado os quemo, encender el nuevo fuego y disfrutar de él, porque cuando la cerilla es el corazón, no hay forma que no acabe prendiendo todo lo demás.
Esos que queman como si de combustión espontánea se tratase, hasta llevarte al peor de los infiernos y huyes de ellos, sin saber que siempre fueron tu salvación.
Esos incendios a lo personal, a lo sentimental, esos fuegos para los que no existen cortafuegos, esos que nunca mueren para bien o para mal, que siempre queda una ascua encendida esperando nueva gasolina.
Es el sentimiento a quemarropa, ese que al final no puedes mantener que vuelva a prender, a sentir, a besar o simplemente a dejarte quemar.
Porque nos guste o no, siempre fuimos pirómanos que necesitan el calor de otro fuego para competir por sentir, por abrasarnos y ahogar todo el oxigeno hasta que nos cueste respirar, hasta que tan solo podamos jadear.
Así que arded malditos y quemar todo lo que en el pasado os quemo, encender el nuevo fuego y disfrutar de él, porque cuando la cerilla es el corazón, no hay forma que no acabe prendiendo todo lo demás.
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