La verdad que me gustaría volver a nacer gato, a ser posible negro, con nocturnidad y alevosía de serie.
Nacer gato y así poder tener siete vidas, siete razones para cometer los mismos aciertos y errores. Siete razones para volver a encontrar sitio para los recuerdos buenos y malos en el corazón.
Aunque solo seis razones para poder volver a conocer a quien me quiso conocer.
Volver a conocer a las mil batallas de ciudad, a esa persona que a pesar de su aparente fragilidad, a pesar de odiarme hasta quererme y amenazarme con matarme cada dos por tres (con razón) siempre acaba dibujando una sonrisa en su boca. A esa persona que aprendió a sufrir, que aprendió a sentir y a lamentar, que aprendió que su fragilidad, es mil veces mas fuerte que cualquiera de mis actos de vanidad. Esa persona que con una mochila de sueños me acompañará hasta el fin del mundo.
Volver a conocer al control de mi cabeza, al sentir de la razón cuando ves que perder la inocencia crea dolor. Ese punto presente que a pesar de habernos distanciando, de haber sentido que no vemos la luna de la misma forma, de sentir de la misma manera las consecuencias de mis acciones, a pesar de todo, sigo sintiendo que incluso los silencios incómodos jamás serán segundos perdidos. Porque me guste o no yo nunca podré ser su maestro a pesar de la edad y seguramente, aun me quede millones de cosas que aprender de ella.
Volver a conocer ese fuego que estuvo tentado con quemar todo lo bueno que ahora alumbra. Con ese calor que ahora solo las sonrisas pueden dar, con palabras fingidas de malestar solo por el mero echo de divertir, para jamás dañar. Llamas para cambiar las barricadas por un buen cafe, una mejor película y sobre todo por el descanso de sus palabras cuando el día ha sido demasiado largo como para irse a dormir.
Volver a conocer unos ojos azules pegados a una sonrisa permanente, una mirada que a pesar de ver a mi Mr. Hyde a poca distancia, decidió no huir. Dueña de los silencios y el perdón, esclava de la necesidad de sentirse útil, de haber olvidado mirarse a los espejos por no querer ver la fragilidad escondida en sus pupilas. Tan solo hay que recordarle, que mientras tenga fuerte la raíz, las lágrimas regarán su corazón.
Volver a recordar que solamente la muerte es un adiós, que todo lo demás puede ser si se desea un hasta luego. Da igual que un océano separe ese reencuentro, que el tiempo hubiese silenciado nuestras bocas o que las ganas que las cosas hubiesen sido diferentes llenasen mis pensamientos. Por hacerme darme cuenta que el pasado esta escrito en el libro de la vida, el presente rellena líneas a cada segundo y que el futuro aún esta por escribir.
Volver a recordar que todos tenemos un niño dentro, de esos con sonrisa maliciosa, de tirón de pelos y empujón. Por enseñarme a cada minuto como seguir siendo un anarquista de lo políticamente correcto y hacerme ver que aun se puede disfrutar como un niño con los pequeños detalles, con esos que las arrugas y la falta de pelo jamás podrán vencer.
Por eso quisiera volver a nacer con forma de gato a ser posible negro, para tener siete vidas.
Porque aunque en mis recuerdos siempre habrá sitio para las buenas y malas personas, para los amigos y enemigos, tan solo a estos seis les cedería con gusto cada una de mis vidas, para poder quedarme así con una para mí.
Para poder saber que todos ellos me sobrevivirían y así no tener que derramar ninguna lágrima desde mi corazón, al tener que decir adiós a alguno de ellos.
Nacer gato y así poder tener siete vidas, siete razones para cometer los mismos aciertos y errores. Siete razones para volver a encontrar sitio para los recuerdos buenos y malos en el corazón.
Aunque solo seis razones para poder volver a conocer a quien me quiso conocer.
Volver a conocer a las mil batallas de ciudad, a esa persona que a pesar de su aparente fragilidad, a pesar de odiarme hasta quererme y amenazarme con matarme cada dos por tres (con razón) siempre acaba dibujando una sonrisa en su boca. A esa persona que aprendió a sufrir, que aprendió a sentir y a lamentar, que aprendió que su fragilidad, es mil veces mas fuerte que cualquiera de mis actos de vanidad. Esa persona que con una mochila de sueños me acompañará hasta el fin del mundo.
Volver a conocer al control de mi cabeza, al sentir de la razón cuando ves que perder la inocencia crea dolor. Ese punto presente que a pesar de habernos distanciando, de haber sentido que no vemos la luna de la misma forma, de sentir de la misma manera las consecuencias de mis acciones, a pesar de todo, sigo sintiendo que incluso los silencios incómodos jamás serán segundos perdidos. Porque me guste o no yo nunca podré ser su maestro a pesar de la edad y seguramente, aun me quede millones de cosas que aprender de ella.
Volver a conocer ese fuego que estuvo tentado con quemar todo lo bueno que ahora alumbra. Con ese calor que ahora solo las sonrisas pueden dar, con palabras fingidas de malestar solo por el mero echo de divertir, para jamás dañar. Llamas para cambiar las barricadas por un buen cafe, una mejor película y sobre todo por el descanso de sus palabras cuando el día ha sido demasiado largo como para irse a dormir.
Volver a conocer unos ojos azules pegados a una sonrisa permanente, una mirada que a pesar de ver a mi Mr. Hyde a poca distancia, decidió no huir. Dueña de los silencios y el perdón, esclava de la necesidad de sentirse útil, de haber olvidado mirarse a los espejos por no querer ver la fragilidad escondida en sus pupilas. Tan solo hay que recordarle, que mientras tenga fuerte la raíz, las lágrimas regarán su corazón.
Volver a recordar que solamente la muerte es un adiós, que todo lo demás puede ser si se desea un hasta luego. Da igual que un océano separe ese reencuentro, que el tiempo hubiese silenciado nuestras bocas o que las ganas que las cosas hubiesen sido diferentes llenasen mis pensamientos. Por hacerme darme cuenta que el pasado esta escrito en el libro de la vida, el presente rellena líneas a cada segundo y que el futuro aún esta por escribir.
Volver a recordar que todos tenemos un niño dentro, de esos con sonrisa maliciosa, de tirón de pelos y empujón. Por enseñarme a cada minuto como seguir siendo un anarquista de lo políticamente correcto y hacerme ver que aun se puede disfrutar como un niño con los pequeños detalles, con esos que las arrugas y la falta de pelo jamás podrán vencer.
Por eso quisiera volver a nacer con forma de gato a ser posible negro, para tener siete vidas.
Porque aunque en mis recuerdos siempre habrá sitio para las buenas y malas personas, para los amigos y enemigos, tan solo a estos seis les cedería con gusto cada una de mis vidas, para poder quedarme así con una para mí.
Para poder saber que todos ellos me sobrevivirían y así no tener que derramar ninguna lágrima desde mi corazón, al tener que decir adiós a alguno de ellos.
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