Bueno dejemos la fauna del barrio, y comencemos con la gran variedad de secundarios de lujo que acompañaban para impartir sus lecciones a todos los niños.
Comencemos con el Conde, ese vampiro con monóculo que nos ilustraba y nos enseñaba los números. Una gran lección a la hora de pedir una hipoteca al banco, porque quien no ha sacado parecido entre el presidente de cualquier banco y ese personajillo. Los dos te enseñan números con una sonrisa, pero cuando les das la espalda comienzan a chuparte la sangre hasta dejarte seco.
Luego teníamos a Coco y a su alter ego, Supercoco. La diferencia residía que uno de ellos se vestía de superman y creía que volaba y el otro simplemente corría para adelante y atrás. Tras verle en los cientos de programas en los que salió, comprendí que no solamente tenía una inteligencia que competía duramente para ser nula, sino que además tenía múltiples personalidades.
Trataba de enseñarlos la diferencia entre cerca, y lejos o arriba y abajo. Para ello, lo repetía hasta la saciedad, exactamente las mismas que tardó el en aprenderlo, lo que creaba que al final los niños se hicieran una lío y no entendieran nada de lo que estaban viendo.
O que decir de Triki, ese querido monstruo de las galletas que nos enseñaba en un solo paso como ser bulímicos. Porque haber, lo que nunca entenderé porque se metía las galletas de veinte en veinte si luego iba a acabar de vomitarlas todas, y no a gusto con ello, lo volvía a repetir día tras día.
Seguiremos con Gustavo, el reportero más dicharachero. Esa rana verde cuyos brazos se movían independientemente al resto del cuerpo y siempre iba saltando de un lado a otro, generalmente sin mucho o ningún sentido. Este peculiar personaje compartía la afición de Espinete, ir en pelotas a todos lados, y tan solo se vestía con una gabardina cuando salía a relucir su vena de periodista. Gabardina por otra parte que se asemejaba bastante a la de los verdaderos exhibicionistas de ciudad, lo que hacía que los niños lo asociaran erróneamente con un pervertido sexual.
Aunque todo eso se le perdonaba a la ranita puesto que debía soportar el peor de los castigos día tras día, aguantar a la cerda. Hay era donde residía el encanto de Gustavo, el tener que aguantar el continuo acoso al que se veía sometido por Peggy la cerdita, y no haberse suicidado. Bueno lo de cerdita, era su nombre, en realidad era una cerda de tomo a lomo, siempre detrás de Gustavo intentando abusar de él. Un personaje odiado por la mayoría de los niños, que además para más narices, los contra educaba. En cada capítulo les hacía ver que era divertido intentar abusar sexualmente de otra persona. Si algo de eso ocurriese en la actualidad, probablemente Gustavo le hubiese demandado, y con un poco de suerte, conseguido una orden de alejamiento.
Era realmente repugnante, Siempre frotándose, e intentando buscar la menor ocasión para meterle la lengua hasta el esófago si veía que Gustavo estaba despistado. Vestida con caros vestidos, y haciendo gala de su riqueza, pero la verdad nunca cambió y como dice el refrán, aunque la cerda se vista de seda cerda se queda.
Comencemos con el Conde, ese vampiro con monóculo que nos ilustraba y nos enseñaba los números. Una gran lección a la hora de pedir una hipoteca al banco, porque quien no ha sacado parecido entre el presidente de cualquier banco y ese personajillo. Los dos te enseñan números con una sonrisa, pero cuando les das la espalda comienzan a chuparte la sangre hasta dejarte seco.
Luego teníamos a Coco y a su alter ego, Supercoco. La diferencia residía que uno de ellos se vestía de superman y creía que volaba y el otro simplemente corría para adelante y atrás. Tras verle en los cientos de programas en los que salió, comprendí que no solamente tenía una inteligencia que competía duramente para ser nula, sino que además tenía múltiples personalidades.
Trataba de enseñarlos la diferencia entre cerca, y lejos o arriba y abajo. Para ello, lo repetía hasta la saciedad, exactamente las mismas que tardó el en aprenderlo, lo que creaba que al final los niños se hicieran una lío y no entendieran nada de lo que estaban viendo.
O que decir de Triki, ese querido monstruo de las galletas que nos enseñaba en un solo paso como ser bulímicos. Porque haber, lo que nunca entenderé porque se metía las galletas de veinte en veinte si luego iba a acabar de vomitarlas todas, y no a gusto con ello, lo volvía a repetir día tras día.
Seguiremos con Gustavo, el reportero más dicharachero. Esa rana verde cuyos brazos se movían independientemente al resto del cuerpo y siempre iba saltando de un lado a otro, generalmente sin mucho o ningún sentido. Este peculiar personaje compartía la afición de Espinete, ir en pelotas a todos lados, y tan solo se vestía con una gabardina cuando salía a relucir su vena de periodista. Gabardina por otra parte que se asemejaba bastante a la de los verdaderos exhibicionistas de ciudad, lo que hacía que los niños lo asociaran erróneamente con un pervertido sexual.
Aunque todo eso se le perdonaba a la ranita puesto que debía soportar el peor de los castigos día tras día, aguantar a la cerda. Hay era donde residía el encanto de Gustavo, el tener que aguantar el continuo acoso al que se veía sometido por Peggy la cerdita, y no haberse suicidado. Bueno lo de cerdita, era su nombre, en realidad era una cerda de tomo a lomo, siempre detrás de Gustavo intentando abusar de él. Un personaje odiado por la mayoría de los niños, que además para más narices, los contra educaba. En cada capítulo les hacía ver que era divertido intentar abusar sexualmente de otra persona. Si algo de eso ocurriese en la actualidad, probablemente Gustavo le hubiese demandado, y con un poco de suerte, conseguido una orden de alejamiento.
Era realmente repugnante, Siempre frotándose, e intentando buscar la menor ocasión para meterle la lengua hasta el esófago si veía que Gustavo estaba despistado. Vestida con caros vestidos, y haciendo gala de su riqueza, pero la verdad nunca cambió y como dice el refrán, aunque la cerda se vista de seda cerda se queda.
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