Toda tiranía tiene un final puesto que solo hay un tirano que es eterno. El tiempo. Ante el nos acabamos doblando en señal de pleitesía cuando nuestro cuerpo ha vivido los años suficientes como para perder la verticalidad.
A veces se nos olvida que cada segundo que el se digna a regalarnos es único, tanto, que nuestras decisiones suelen ser tan autoritarias como su reinado. Tal vez es nuestra defensa para no vivir en las sombras del pasado, el olvido, ese aliado que nos impide reflexionar sobre las cosas que el tiempo no nos dio la oportunidad de realizar. Los besos que no dimos, las sonrisas que no vimos o los cuentos de hadas que no llegaron a final feliz porque no llegamos en un segundo al que estábamos destinados. Las cosas que no llegaron a suceder por llegar un instante antes de tiempo o una milésima después, un todo, para terminar siendo nada.
El tiempo también se encarga de diluir los recuerdos, solaparlos con nuevos en forma de presente y comenzar a olvidar a gente que en algún momento fueron importantes en tu día a día. Compañeros de clase, de sueños o proyectos que aunque en el pasado pensaste que eran para la eternidad, tenían fecha de caducidad.
Seguramente deberíamos pensar mas donde aprovechar nuestro tiempo, no regalarlo sin pedir nada a cambio, sin que el no hacer nada no sea para otra cosa que descansar para poder seguir rebelándose contra su tiranía.
0 Comentarios:
Publicar un comentario