Siempre llega un momento de borrar parte de la memoria inútil que se almacena en nuestra cabeza. Es como si el ordenador que presume ser nuestro agarrotado cerebro nos dijese que no le entra mas basura, sin sonrisas falsas o vacías promesas.
Aunque como buenos seres racionales intentamos arreglar un descosido con pespuntes mal dados en forma de mentiras, aguantando las tempestades en las que se convierten nuestro día a día, bajo la efímera promesa que dentro de poco todo volverá a ser soleado y divertido.
Espejismos.
La realidad es bien distinta, tal vez alimentada por esa creencia que intentan inculcarnos desde pequeños, cuando sin uso ni razón, nos explican que existe un ser superior cuyos caminos son inescrutables y nosotros tenemos que asentir con un amén, sin pregunta, duda o explicación.
Tal vez por eso intentamos encontrar la solución fuera de nosotros, o bien, intentar encontrarla dentro cambiándonos a nosotros mismos, comprandonos arbolitos para podar o mini playas con rastrillo para igular su arena, en busca de nuestra paz interior.
Sin embargo cuando se te muere el bonsai y acabas hasta la pelotas de ver la sala de tu casa llena de arena te das cuenta que no son tus chacras los que están cerrados, sino tus ojos, comprendiendo que has interpretado el papel que mas convenía, sin importar si con ello estás a gusto.
Es cuando te sientes un fraude, te pones rojo de verguenza y piensas lo malísima persona que has sido con las personas que te rodeas al venderles una mentira. Pero es ahí, justamente ahí cuando comprendes que tal vez esa mentira no ha sido forjada por uno mismo, y amparado bajo el análisis objetivo al que te has sometido a ti mismo decides ser igual de racional con esas personas.
Lo que a veces descubres te aterra.
Descubres que la mayoría interpreta un papel, ya sea de un ser de moralidad extrema, a un confidente fiel. Cada uno su papel escondiendo en muchos casos un egoísmo tan vacío que no son mas que cascarones vacíos de lo que en realidad te quisiste creer, tanto, que al final apenas te queda los justos para no llegar a contarlos con las manos.
Generalmente no son los mas majos, los mas graciosos o los que tienen mejor sonrisa, sino aquellos que conocen sus defectos, sus limitaciones y nunca te vendieron ninguna promesa electoral de carácter personal.
Ahí descubres la filosofía de vida que te apetece seguir como doctrina. Las matemáticas. Algo tajante que se resuma en lo valiosos que es tu tiempo, tus sueños e inquietudes, a sabiendas que si lo usas para quedar con alguien, para disfrutar de una tarde en compañía, ese momento te robará espacio a tu parte mas egoísta y personal.
Aprender a no ser gracioso por obligación, ni ocurrente, ni siquiera a que te cataloguen con una etiqueta que no crees necesaria. Aprender a levantar la voz cuando piensas que alguien a cruzado una línea invasiva, a no callar y aguantar bajó esa estúpida frase de "Ya sabes como es" a aprender a juntarte con la gente que realmente valora tu esfuerzo, tu palabras o tu silencio, es sencillo, bueno no tanto porque somos animales bastante costumbristas.
Aun así es mejor decir basta a tiempo y aprender a saber que nos equivocamos, que puede que juzgamos mal donde posamos nuestros secretos o nuestros problemas, a sabiendas, que errar es de humanos, pero no intentar solucionar esos fallos de cobardes.
Por eso, cuando decides plantar los dos pies en la arena de tu salón y marcar una nueva línea a seguir seguramente sientas un vacío por lo que dejas atrás, pero a la larga, algo dentro de ti sabe que lo que acabas de hacer es mucho mejor que cualquier filosofía Zen o cualquier otra patraña.
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