Hoy parece que el invierno ha llegado para quedarse y a las siete de la mañana te lo recuerda en forma de frío y aire cortante que te despierta.
Son días de buscar el calor de una manta y reflexionar, pensar o recordar todos esos momentos cálidos que nos sumergen en el pasado.
Son días de escuchar música, de esa que invita a viajar años atrás y pensar en todo lo que hemos aprendido y sin embargo, ahora nos resulta tan normal que hemos perdido la sensación de aquella primera vez.
Crecemos y se marchita nuestra ilusión, nuestras noches sin dormir antes que el Olentzero llegase a nuestras casas la noche de navidad.
Ahí es donde comenzamos a olvidar a respirar la novedad de la vida y que a veces, pienso que si los objetos inanimados cobrasen de repente vida, tendrían para contar un millón de historias.
Donde quedan esos pupitres donde escribías un te quiero, en el hueco que no habías utilizado para hacer la chuleta de historia.
El tiempo devora todo y vamos demasiado rápido como para recordar el pecado de aquel primer pitillo a escondidas, la emoción de ese primer trago que jamás nos gustó o el intento inútil de entrar tan recto como un mástil mientras el alcohol de nuestros estómagos nos empeñaba en hacernos ladear como barcos a la deriva.
Donde quedan ese primer concierto con tu botella de dos litros de mezcla alquimista de medidas exactas, entre la cocacola y el vino.
Recordar la sensación de la primera noche en la que te disfrazabas de adulto y acababas corriendo detrás de un tren, cuando llegaban las dos y te volvías a convertir en cenicienta.
Siempre con esa sonrisa en la boca de saber que la siguiente vez aun quedarán cosas por descubrir.
O que decir cuando se despertó el corazón y pensábamos que aquello duraría para siempre.
El palpitar del primer beso, en nerviosismo de no saber que hacer y planearlo de mil formas diferentes para luego dejar que fuese la improvisación del momento.
Época donde la pasión se desataba por primera vez y te temblaban las piernas sin saber que hacer con un cuerpo desnudo a tu lado, sin otra meta que descubrir cada uno de sus tesoros mas ocultos.
Que dirían cada parque, cada rincón oculto, campa o playa donde todos estuvimos mordiendo noches dibujadas en unos ajenos y dulces labios.
O ese primer amanecer en la que no dormías solo y aunque extrañado no se te hacía raro.
O esa primera vez que tuviste que romper un corazón porque vuestros caminos se separaban o cuando era tu corazón el que salía herido de muerte.
Que lejos quedan ya todos aquellos para toda la vida.
Si todo pudiera tener memoria, tal vez podríamos recordar aquellas sensaciones y volverlas a sentir como si fuese la primera vez y hacer que siempre sería único.
1 Comentarios:
Impresionante!!! Cada día te superas mas!!!
Xiberu.
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