Las estrofas de una buena canción son como un océano lleno de olas, un mar que nos mueve de un lado a otro entre sensaciones, recuerdos y momentos.
Cada acorde un giro, un instante vivido, sentido o devorado nos hace ver que nuestra vida siempre tiene un ritmo propio y único, encendiéndonos las pocas luces que aun quedan sin fundir en nuestras cabezas.
Soplos de inspiración saltando entre notas musicales que sin quererlo, nos dibuja una sonrisa en la boca y mientras cerramos los ojos, nos dejamos transportar por esas palabras dibujada de música.
Los que tenemos vicios, optamos por encender un cigarro y tras la primera calada, sientes que todos los problemas, si bien no desaparecen, te dan una tregua de cuatro minutos y medio.
Son momentos para recordar en errores y saber que a veces las cosas, por muy capullo que te empeñes en ser o tu falta de mesura, se pueden arreglar sin necesidad de comprar una nueva mirada de ojos verdes o azules para los daltónicos.
Es momento de pensar que es mejor acabar en una cama, que empezar por ella sin siquiera lo que buscabas en otra cosa que no fuera espejismo de sentimientos pasados.
Pero todo acaba encajando como en un puzzle y lo que se tiene que salvar se acaba salvado de las llamas de la vanidad y el odio, aunque tan solo sean cenizas para poder resurgir y transformar un callejón sin salida, en un nuevo principio lleno de posibilidades, sin buscar nada mas lejos que el siguiente vacileo repleto de cómplices sonrisas, de esas que no muerden, de esas que aunque intentes actuar como sintieras indignación, no puedes sacar la mueca burlona de tu boca.
Por eso y aunque esta canción este buscada para otra persona, sirva para que tenga un bonito punto y seguido con esa chica con nombre de dulce.
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