4/08/2010

DESEOS

El deseo es un don tan peligroso que puede hacer que perdamos la razón, la objetividad e incluso la cordura.
Somos seres deseosos de desear, es nuestro sin vivir, nuestra cruz de una moneda que rara vez sale la cara de la cordura.
Nuestro deseo crece con nosotros, con nuestros sueños e ilusiones. Madura, evoluciona y muchas veces acaba sucumbiendo a la monotonía. Es un sentimiento vivo, ardiente como solo un adolescente puede desear, de esos que quieren descubrir el mundo que pisan sus pies.
Es un deseo que quema, que arde en los rincones oscuros, en los descampados escondidos en cualquier noche de verano, donde el amor de verano acababa siendo dos cuerpos desnudos con las estrellas como cielo.
Ese deseo puede acabar quemando corazones, sonrisas y sobre todo futuros que no quieren dejarse para mañana. Es un futuro presente de bocados a cada minuto, a cada sensación, a cada sonrisa cómplice o mirada furtiva.
Ese es el deseo de desear.
Un deseo que crece, que mengua con el paso del año y acaba secándose como una flor que el tiempo ha dejado de regar.
Entonces el camino de la decisión te hace saber que clase de persona se esconde en tus pupilas. Es saber si dejarás que esas ascuas se apaguen y mueran como un anónimo sentimiento o bien pelear, enloquecer y no olvidar que aunque mas cómodo, el camino marcado a veces implica perderse un lugar mejor para ver el amanecer.
Es hacer al deseo que se esconde detrás de tus costillas, que palpita, que tiene su ritmo, su canción, su armonía.
Es mirar a los maestros de pluma en vez de lengua y escuchar hasta casi tocar lo que significa desear.
Es saber que el ruido de un andaluz puede despertar hasta las princesas y hacer correr a la mas vaga de las tortugas.
Es saber como la añoranza de una historia de un padre, puede hacer que un hijo se niegue a enterrar una revolución que mucha gente ya olvidó recordar.
Es intuir que el deseo se cruza en vidas anónimas haciendo que en ese instante, en ese puto instante nos sintamos reyes.
Sin embargo mi latir siempre ha estado unido a otro de esos poetas, de esos de glamour de la considerada baja sociedad. Tal vez porque siempre fui como una veleta infiel al viento, de esas que no paran de desear mil y una miradas, mil y unas sonrisas, mil y una caricias.
Tal vez porque sufro esa enfermedad de no querer jamás de desear o sentir con cada uno de mis sueños. Tal vez por eso, porque yo siempre seré simplemente un aprendiz de sinvergüenza a su lado, sonreiré cada vez que su voz vuelve a pasear y cambiar el vals de mi corazón en un nuevo tango.


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SOLAMENTE UNA PIEZA...