SIEMPRE QUISE SER UN PERRO VERDE

Realmente esta forma de ver las cosas, estos extremos en los que mi cabeza me lleva cuando vuelo rozando las nubes o raseando el cielo, a veces realmente me desespera.

Me gustaría ser mas lineal, mas gris, con menos cosas en la cabeza y sin buscar respuestas a todo lo que veo, a todo lo que siento o dejo de sentir.
A veces, los días que llueve me gustaría poder llevar collar y corea, dejarme llevar por una mano por un camino en el que sea mas liso.
A veces, los días de lluvia desearía convertirme en una mascota fiel, de esas que no rechistan, de esas que con una caricia mueven la cola, todo por un poco de comida y el calor de una buena cama al lado de la estufa nunca falta.
A veces, solo a veces pensaría que podría ser algo mas normal.
Entonces recuerdo la frase de una buena amiga, esa que dice que no hay nada menos normal que la normalidad.
Entonces recuerdo que nací para ser un perro verde, eso es lo que soy y no puedo ni quiero cambiarlo.
Soy un perro verde que se ve marrón como la arcilla, que se moldea e intenta que cada una de sus guerras internas se conviertan en palabras, en sentimientos, en imágenes que luego acaben plasmadas en un papel.
Porque me guste o no siempre estaré mas cómodo en el desequilibrio, en ese continuo vaivén, en el todo y la nada.
Nunca podré andar recto, ni quisiera aprender a hacerlo.
Se que es un riesgo, que habrá mas días tristes, mas días en los que me pueda volver a plantear la forma de ver el mundo a través de mis ojos.
Pero prefiero arriesgar a seguir así, porque no creo que a estas alturas pueda aprender a ser de otra forma.
No puedo dejar de ser inocente, no puedo de dejar de ser un cabrón.
No puedo dejar de improvisar, no puedo dejar de calcular cada movimiento.
No puedo dejar de pensar, no puedo dejar de sentir.
No puedo dejar de ser un perro verde.
No puedo dejar de ser yo.
Aunque para hablar de todo esto mejor el maestro.