La verdad es que hay frases que por alguna razón te dan que pensar según las oyes, tal vez ahí es donde reside la genialidad, en crear algo para que otra persona ponga en funcionamiento el coco.
"No hay condena...soy preso por vocación"
Esta es la frase de hoy y aunque este orientada al terreno sentimental, puede utilizarse para la gran mayoría de nuestro "problemas sin solución" del espacio-tiempo de la rutina.
Creo que nos gusta llorar y lamentarnos, convirtiendo a veces ese dolor en un deporte tan poco creíble como la queja que siempre le acompaña.
Tal vez sea una herencia pegadas a todas familias, en forma de crítica, chismorreo o cualquier comentario hiriente o no, hacia otra persona. Así empieza todo, con un mira que pelos lleva fulanito o menuda vida que lleva menganita... comentarios mas que normales en cualquier cena de navidad, en los que te acuerdas que la familia no se elije, sino te toca.
Después lo vamos alimentando con los amigos y esas conversaciones que nunca existen a espaldas de aquel que no esta presente, bromas, comentarios e incluso ironías plagadas muchas veces con lenguas tan afiladas que podrían cortar la roca.
Somos seres con el lamento por bandera.
Nos da igual lo que pase porque siempre tiene que haber una objeción, un por si acaso o una mancha en la camiseta por muy blanco que sea el día. Vivimos para fomentar nuestros pequeños lloros, alimentando nuestro ego tras un objetivo en busca de una fama tan efímera como lamentable. Hemos dejado de salir por el mero hecho de conocer algo, de vivir una aventura o disfrutar de una buena noche en compañía. Todo tiene que estar pornograficamente descrito, inmortalizado en las mil y una fotos que una cámara digital puede albergar. Ya no cabe el recuerdo de la mente o el olvido de las horas muertas entre kalimotxos porque a la mañana siguiente allí estarás, etiquetado como una vaca camino del matadero para que todo el mundo pueda observar tu cadáver andante.
Todo el mundo buscando su perfíl bueno, ese que no desentone y no pueda ofrecer una excelente carnaza a tod@s las marujas cibernéticas que ansían nueva información sin paradero.
Nos estamos volviendo locos o tal vez tontos, porque no llego a entender el lamento continuo al que sometemos a nuestro cuerpo porque el trabajo nos quema y necesitamos vacaciones, si cuando finalmente llega el ansiado buen tiempo, las fiestas nocturnas en camiseta o las escapadas fugaces a ninguna parte, decidimos que es mas importante dar una prueba de vida de haber estado ahí, que el mero hecho de disfrutar de nuestro merecido descanso.
Será que las nuevas tecnologías me superan y me estoy haciendo viejo pero creo que hemos perdido la percepción del recuerdo y hemos violado a nuestra propia intimidad, tan gratuítamente que parece rozar el absurdo y ciertamente, comienza a no gustarme.
"No hay condena...soy preso por vocación"
Esta es la frase de hoy y aunque este orientada al terreno sentimental, puede utilizarse para la gran mayoría de nuestro "problemas sin solución" del espacio-tiempo de la rutina.
Creo que nos gusta llorar y lamentarnos, convirtiendo a veces ese dolor en un deporte tan poco creíble como la queja que siempre le acompaña.
Tal vez sea una herencia pegadas a todas familias, en forma de crítica, chismorreo o cualquier comentario hiriente o no, hacia otra persona. Así empieza todo, con un mira que pelos lleva fulanito o menuda vida que lleva menganita... comentarios mas que normales en cualquier cena de navidad, en los que te acuerdas que la familia no se elije, sino te toca.
Después lo vamos alimentando con los amigos y esas conversaciones que nunca existen a espaldas de aquel que no esta presente, bromas, comentarios e incluso ironías plagadas muchas veces con lenguas tan afiladas que podrían cortar la roca.
Somos seres con el lamento por bandera.
Nos da igual lo que pase porque siempre tiene que haber una objeción, un por si acaso o una mancha en la camiseta por muy blanco que sea el día. Vivimos para fomentar nuestros pequeños lloros, alimentando nuestro ego tras un objetivo en busca de una fama tan efímera como lamentable. Hemos dejado de salir por el mero hecho de conocer algo, de vivir una aventura o disfrutar de una buena noche en compañía. Todo tiene que estar pornograficamente descrito, inmortalizado en las mil y una fotos que una cámara digital puede albergar. Ya no cabe el recuerdo de la mente o el olvido de las horas muertas entre kalimotxos porque a la mañana siguiente allí estarás, etiquetado como una vaca camino del matadero para que todo el mundo pueda observar tu cadáver andante.
Todo el mundo buscando su perfíl bueno, ese que no desentone y no pueda ofrecer una excelente carnaza a tod@s las marujas cibernéticas que ansían nueva información sin paradero.
Nos estamos volviendo locos o tal vez tontos, porque no llego a entender el lamento continuo al que sometemos a nuestro cuerpo porque el trabajo nos quema y necesitamos vacaciones, si cuando finalmente llega el ansiado buen tiempo, las fiestas nocturnas en camiseta o las escapadas fugaces a ninguna parte, decidimos que es mas importante dar una prueba de vida de haber estado ahí, que el mero hecho de disfrutar de nuestro merecido descanso.
Será que las nuevas tecnologías me superan y me estoy haciendo viejo pero creo que hemos perdido la percepción del recuerdo y hemos violado a nuestra propia intimidad, tan gratuítamente que parece rozar el absurdo y ciertamente, comienza a no gustarme.
Porque no entiendo porque toda la humanidad sepa mis desvaríos, mis locuras y secretos que yo me niego a enseñar y sobre todo, sin ganas de ser una etiqueta, un número o un nombre sobreescrito en miles de fotos carentes de intimidad.
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