A veces nos gusta buscar islas para poder escapar de nuestros monstruos, esos seres que visten con nuestros miedos, nuestras pequeñas pesadillas que nos atormentan, que nos acarician con la tristeza, la impotencia y todos aquellos sentimientos que hacen que se nos borren la sonrisa de la cara.
Tal vez por eso buscamos nuestra pequeña tierra, oscura, lejana y sin otra compañía que nosotros mismos.
No valen planes de peluche, ni sonrisas en la boca o recuerdos de tiempos pasados donde todo parecía mas fácil y sencillo.
No vale tapar las canas, ni esconder las resacas bajo excusas de estar fuera de forma, porque nos guste o no, los espejos no engañan y el pelo se cae, la piel se arruga y cada vez te cansas mas con menos esfuerzos.
Pero aun quedas tu, aun están tus sueños, que caben en una mano que no valen para nadie mas que para ti.
Aun esta la gente que confió en ti, esa gente que sabe de tus defectos, los mismos que tu intentas esconder y alaban tus virtudes cuando ni siquiera tu logras ver.
Por eso llega el momento que como cualquier Robinson cualquiera decides salir de esa isla, cortarte la barba y ver que incluso el mundo gris, esconde una gama de colores infinitos por los que pelear por convertir los sueños en realidad.
Son tiempos de sufrir, de pelear y sentir sin forzar, sin miedo de ser engullido por ese gris que mata, ese que solo aparece cuando el botón de tu televisión esta activado.
Por eso, es mejor tener una isla pero no en soledad, sino con derecho de admisión e invitación.
Renaciendo
Hace 9 años
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