La verdad es que en general el ser humano nos quejamos por vicio, nos escondemos bajo las consecuencias de nuestros actos de nuestras decisiones, las maquillamos llamándolas mala suerte, destino o providencia.
Somos así, nos gusta buscar una excusa a nuestros errores, a nuestras acciones no realizadas o nuestros momentos no vividos.
Nosotros decidimos casi todo, lo hacemos como mejor sabemos, teniendo en cuenta que nuestro futuro es tan indeciso como nuestros propios pasos.
Somos jugadores de poker, a veces arriesgamos, a veces nos plantamos y casi siempre disfrutamos.
Porque debemos aprender que en este juego, las consecuencias pueden ser nefastas o alegres.
Son nuestras marcas y por eso decidimos abrir o cerrar puertas, nuestras puertas de nuestro hotel como nos da la gana.
Aunque algunas las abra el viento nosotros las podemos cerrar, esta claro que es nuestra decisión, nuestro valor a dejar cosas en el pasado, de sentir que cosas que no funcionaron no lo van a funcionar a día de hoy.
Debemos mirar hacia delante, asumir nuestros sacrificios, nuestras horas sin dormir, nuestros agobios por nuestras ilusiones.
Tenemos que asumir que puertas cerrar y cuales no, no se pueden dejar entre abiertas, porque ni las olvidas, ni las recuerdas para siempre.
Cada uno es dueño de su partida, de sus puertas, de su destino y sus decisiones, cada uno siente lo que siente, vive lo que quiere vivir y sueña lo que quiere soñar y ese pequeño cúmulo de errores y aciertos, de sonrisas y lágrimas, son las que nos hacen mirar cada día de forma diferente, a veces para mal a veces para bien, pero siempre diferente.
Renaciendo
Hace 9 años
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