Aunque los dedos se congelen, aunque la mente se enfríe los sueños siguen su camino. No entiende de temperatura ni de clima.
Los deseos no entienden de sueño, de horarios o trabajos.
Por eso los días malos de esos en los que el frío pone tu mala cara, acaba siendo esos deseos lo que te hacen llegar a casa con una sonrisa.
Renaciendo
Hace 9 años
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