Cada día estoy mas convencido en esa teoría que habla sobre los espacios cíclicos de la vida. La misma que dice que los días no son sino una sucesión de acciones que, con mas o menos variantes, siempre terminan en el mismo lugar o sitio.
Es como una espiral cuyo dibujo no vemos y nos engañamos en intentar pensar en la utópica sensación de ser dueños de nuestros pasos. Pero todo nos marca un camino, una pauta que intentamos evadir hasta que el lazo que nos ata a ella tira con fuerza, nos hace caer y revolcarnos en la mierda una y otra vez. Sin tiempos muertos o salvaguardas, simplemente golpeándonos con tal fuerza que nos marea, nos encoje el corazón y nos hace desear simplemente que el tiempo pueda acelerarse o dar marcha atrás.
Cualquier cosa por no encontrarse en ese momento.
Es como sentirse atrapado en el tiempo como aquella película de Bill Murray y su mas que famoso día de la marmota. Repitiendo errores, recordando aciertos e intentando sobreponerse para buscar los momentos en los que poder sonreír sin miedo a las heridas o preguntas inoportunas.
Es como la eterna promesa de dejar de fumar y dedicar a convertir tu cuerpo en un culto de la salud. Hacer deporte, ponerte parches o mascar chicles, promesas que se diluyen, tan pronto como coges una tableta de chocolate en una mano y un cigarrillo en la otra.
Sin fuerza de voluntad para sobreponerte a tu propia memoria, al pasado que se empeña en llamar a tu puerta una y otra vez. Si fuesen malos recuerdos no tendrías problemas en echar el pestillo y dejarlo fuera para siempre, pero no somos tan fuertes y menos, cuando los recuerdos son buenos, cuando las decisiones que tomates hace tantos años aún plantean dudas.
Tal vez fue lo correcto a corto plazo pero quizás un error visto con la experiencia que otorgan los años.
La espiral se hace entonces mas profunda y tu cabeza comienza a repetir aquellos momentos, los motivos y la justificación de tus acciones. Sientes el vacío, la duda y la culpa por no saber mantener lo que durante un tiempo te llenó tanto y ofreciste tan poco a cambio. Por pensar que otro destino podía haber marcado tus pasos y no aquel en el que fallaste a las personas que te ofrecieron todo y nunca pidieron nada a cambio.
A sabiendas que el tiempo crea brechas insalvables, mucho mas si se tratan de años de momentos de silencio, con el desconocimiento y alejamiento como seña de identidad, pero que provocan que esa maquinaria con forma de espiral, se vuelva a poner en funcionamiento con un simple mensaje.
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