Según vas creciendo el tiempo simplemente vuela, derrapa y comienza a correr a tal velocidad que a veces ni siquiera lo ves marcharse.
Son esos días en los que por alguna razón, dejas apagado el interruptor de la monotonía y descubres que alguien te ha robado parte de tu tiempo.
Son momentos para los recuerdos y sobre todo, el vértigo al sentir que sin quererlo estas a las puertas de poner un 3 en tu casillero e intentas por todos los medios dibujar en tu cabeza pequeños momentos que te ayuden a dibujar el mapa en toda una niñez.
Hay trazos limpios en forma de evocadoras cicatrices que descubren que cabrón eras tras esa inocente sonrisa de niño bueno o como según crecías comprendías a dejar de ser tan honesto con la gente que creíste tu amigo.
Era el principio del camino, esos primeros saltitos a la pata coja, sin red y con una ilusión tan grande que daba igual las veces que te golpeabas contra el suelo.
Luego creces, la picardía asesina a la inocencia y comienzas con las decisiones erróneas que te enseñarán que caminos son los mas seguros para no tropezar.
Porque siempre hay opción de elegir entre girar a la izquierda o a la derecha y lo peor (por lo menos en mi caso) a veces se sabe cual es el peor de los caminos y aun así se toma.
Libre albedrío dice que se llama la gente que creen en el de arriba, yo prefiero quedarme con lo de "Ensayo y error"
Sigues recordando y descubres cuantas veces has tenido que decir adiós, demasiadas para tu gusto. Cuantas veces has sentido, cuantas veces has olvidado o cuantas veces has vivido.
Encuentros, reencuentros, despedidas o bienvenidas...una vida que gira, que no se detiene ni siquiera a petición de su dueño.
Placer, dolor, alegría o tristeza...un millón de sensaciones, comprimidas en fogonazos de recuerdos, en los olores, en los sabores o en todos esos lugares que tus ojos han llegado a ver.
Demasiadas cosas para unas líneas pero sin duda, sin perder nunca las ganas de seguir escribiendo unas líneas tan personales como lo es una vida. Tu vida.
Porque cada uno teníamos nuestras ilusiones (yo creo que era ser astronauta como la gran mayoría de mi generación) y aunque no sea ni rico, ni famoso, ni tenga una familia perfecta o siquiera a mi media naranja disfrazada de empalagosa princesa de cuento, creo que soy feliz.
Porque siento que si caigo hay gente de sobra para levantarme, para caminar conmigo disfrutando de mis aciertos o arroparme en los fracasos.
Tengo mi pequeño mundo de cuatro paredes, caótico, como si fuese marca de la casa. Tengo mis sueños, mis pequeñas ambiciones y mi mente tan despejada que las ideas sobre nuevos proyectos brotan sin dificultad de ella.
Tal vez falten cosas, seguramente pero si algo he aprendido viendo como devora los recuerdos el tiempo, es a exprimir cada instante como sea el último, de no asumir las cosas sin buscarle un sentido y sobre todo, a que para ser feliz no se necesita realmente mucho mas que las cosas que te hagan sonreír.
Son momentos para los recuerdos y sobre todo, el vértigo al sentir que sin quererlo estas a las puertas de poner un 3 en tu casillero e intentas por todos los medios dibujar en tu cabeza pequeños momentos que te ayuden a dibujar el mapa en toda una niñez.
Hay trazos limpios en forma de evocadoras cicatrices que descubren que cabrón eras tras esa inocente sonrisa de niño bueno o como según crecías comprendías a dejar de ser tan honesto con la gente que creíste tu amigo.
Era el principio del camino, esos primeros saltitos a la pata coja, sin red y con una ilusión tan grande que daba igual las veces que te golpeabas contra el suelo.
Luego creces, la picardía asesina a la inocencia y comienzas con las decisiones erróneas que te enseñarán que caminos son los mas seguros para no tropezar.
Porque siempre hay opción de elegir entre girar a la izquierda o a la derecha y lo peor (por lo menos en mi caso) a veces se sabe cual es el peor de los caminos y aun así se toma.
Libre albedrío dice que se llama la gente que creen en el de arriba, yo prefiero quedarme con lo de "Ensayo y error"
Sigues recordando y descubres cuantas veces has tenido que decir adiós, demasiadas para tu gusto. Cuantas veces has sentido, cuantas veces has olvidado o cuantas veces has vivido.
Encuentros, reencuentros, despedidas o bienvenidas...una vida que gira, que no se detiene ni siquiera a petición de su dueño.
Placer, dolor, alegría o tristeza...un millón de sensaciones, comprimidas en fogonazos de recuerdos, en los olores, en los sabores o en todos esos lugares que tus ojos han llegado a ver.
Demasiadas cosas para unas líneas pero sin duda, sin perder nunca las ganas de seguir escribiendo unas líneas tan personales como lo es una vida. Tu vida.
Porque cada uno teníamos nuestras ilusiones (yo creo que era ser astronauta como la gran mayoría de mi generación) y aunque no sea ni rico, ni famoso, ni tenga una familia perfecta o siquiera a mi media naranja disfrazada de empalagosa princesa de cuento, creo que soy feliz.
Porque siento que si caigo hay gente de sobra para levantarme, para caminar conmigo disfrutando de mis aciertos o arroparme en los fracasos.
Tengo mi pequeño mundo de cuatro paredes, caótico, como si fuese marca de la casa. Tengo mis sueños, mis pequeñas ambiciones y mi mente tan despejada que las ideas sobre nuevos proyectos brotan sin dificultad de ella.
Tal vez falten cosas, seguramente pero si algo he aprendido viendo como devora los recuerdos el tiempo, es a exprimir cada instante como sea el último, de no asumir las cosas sin buscarle un sentido y sobre todo, a que para ser feliz no se necesita realmente mucho mas que las cosas que te hagan sonreír.
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