Mayo bonito mes para desempolvar recuerdos pasados e incluso algunos añejos. Primavera del 2011 y a pocos días de los treinta. Una cena de viejos niños separados en el camino de la vida.
Es raro.
Es una mezcla entre la curiosidad y el miedo a sentirte que el tiempo no corre, sino vuela y aun quedan un millón de cosas por apuntar en tu libro antes de cerrarlo.
Bueno tal vez sea porque siempre fui inconstante, un desastre vamos, que viajaba según el viento y sin muchas ganas de correr detrás de lo que "debería hacer para mi mayor bien".
Un viaje de años,donde hay de todo tipo de recuerdos. Intensos de adolescente que recorrían un cuerpo desnudo en cualquier escondite bajo la atenta mirada de la luna. Bonitos como el mundo que he podido gozar tras mis pupilas, lugares, gentes, anécdotas tan inconscientes en el instante de vivirlas como divertidas en recordarlas.
Ruidosos como las noches de borrachera, de concierto o sonrisas cómplices de una estupidez tras otra, sin otra cosa que un buen brindis cuando el sol nos mandaba a casa a patadas.
Caóticos como las mil y una lineas de guión imposible que surgen en mi coco, sin ninguna otra pretensión que unos ojos que disfruten por lo menos la mitad de lo que yo disfruté escribiéndolos.
Un mundo de sonidos, olores, sabores, sensaciones e imagenes, tan extenso y sin embargo con la sensación que siempre me dejo algo en el tintero.
¡Y eso que hasta casi creí haber estado enamorado!...y va y sale rana!
Tal vez sea porque una parte de mí aun continua siendo ese pequeño incosciente que no sabía hacia donde caminaba, que es lo que quería y se emperraba en maquillar su reflejo como el del resto de la gente.
Inconformista. Egoísta. Cabrón e incluso insensible.
Se mucha gente que pensará que soy así, lo sé porque nunca pretendí ser un angelito...ni hice muchos méritos para serlo.
Se que soy un huracán, que me enciendo con las cosas que no me parecen justas desde mi punto de vista, soy así y habrá que darle las gracias a mis Aitas por ello.
Por haber conseguido reconducir mi caos en un orden íntimo bajo el que busco mi pequeño equilibrio.
Porque a fin de cuentas y a pesar de lo llorón que puedo ser a veces, soy feliz.
Feliz porque la gente que me rodea me quiere, no necesito muchos, ni que me rieguen todos los días con palabras porque con saber que están ahí me vale y me sobra.
Feliz porque a día de hoy tengo mi pequeña fortaleza de intimidad en forma de hogar, sin grandes lujos, pero con una libertad absoluta, el día de mañana ya se verá.
Feliz porque he aprendido a ser un buen naufrago de la soledad, sin necesidad de adulterar los sentimientos para obligarme a sentirme como el resto de la gente gracias a un anillo en mi dedo anular.
Porque hablando de dedos el anular es realmente feo. Son mas bonitos el índice y el meñique y siempre hacia arriba, en forma de regalo de las mil malos golpes, las sutiles maneras en las que se empeña la vida en intentar darte por culo o los mil y un payasos disfrazados de buenas personas que se te cruzan en tu camino.
Porque inconsciente o no, siempre me ha gustado eso de pensar que cuando tu vida deja de gustarte, lo mejor es ponerle los cuernos.
No sé si algunos os funcionará, pero es que a mí, por lo menos, me hace feliz.
1 Comentarios:
zorionakkkkk!!y k sepas ke cuando regrese al planeta tierra (necesitare algunos dias)sera un placer degustar un te con vos...no se ke lo causara mas si el te en si o la compañia ya madura y adulta con distinta decena no???jajajaja un muxu y gracias por seguir haciendonos participes de tus relatos y a la vez ke evadiendonos de los nuestros
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