Al final sucedió, ya no hay problemas y la crisis es un fantasma del pasado rojo porque el azul nos traerá la salvación....¿Pero qué salvación?
Todo sigue igual y ahora además viene el silencio de los victoriosos, esos que hace unas semanas iban a trabajar desde el primer minuto en reflotar este barco con hilillos, tal vez por eso existe el silencio, quiero pensar que por su ingenuidad en pensar que no vieron que esos hilillos son agujeros de tal calibre que no saben ni como empezar a achicar el agua.
Todos culpables, todos a la cárcel y juzgados por sus crímenes contra la humanidad. Todo muy correcto, eso sí, siempre que nos olvidemos de afrontar nuestra parte de culpa en todo este problema con tintes de hecatombe.
Porque ahora ninguno, entre los que me incluyo, recordamos como piábamos con la boca bien abierta para saciar nuestros deseos de bienestar, deseos que siempre pedían un poco mas y nos sumergían en ese maldito de juego del "tanto tienes tanto vales".
Somos seres egoístas e inconformistas, que no tiene que ser malo, pero que si se aplica con el exceso de no dejar de intentar de no perder el futuro nos convierte en auténticas bombas de relojería andantes.
Todos con deseos, con fantasías que a veces rozaban la auténtica paranoia, en forma de contratos con el diablo por la necesidad de poseer un piso que hasta el día de nuestra muerte no sería mas que una utópica realidad.
Todos con ese anhelo por tener siempre lo mejor, lo mas nuevo y lo de moda, no importa el precio o el sacrificio, es la necesidad del cochazo, el movil de última generación o la decoración de diseño.
Todos con las ganas de enseñar nuestros exóticos viajes pagados a base de talonario, de lugares prohibidos en el espacio, sin importar hipotecarnos un poquito mas para conseguir esa instantánea en forma de templo perdido en mitad de la selva.
No, esto no eran nuestros sueños, eran los delirios a los que todos terminamos sucumbiendo. La necesidad de comprar la alegría con consumismo, de cuidarte no para ti sino para sentirte bello para los demás, apetecible, sin otro sueño que el mero hecho de agradar y poder explicar en todas tus redes sociales de falsa libertad lo feliz que eres o lo desdichado, pero siempre con ese anhelo de protagonismo.
Repito yo soy el primero que ha pecado, que tiene su señora tele, su consola y su colección de miles de euros de sacrificio, soy culpable de mi estupidez, de mi credulidad casi infantil de no haber sabido que el dinero no crece en los arboles y sobre todo, haber olvidado que se debe trabajar para vivir y no vivir para trabajar.
Eso para los que tenemos la suerte de trabajar porque cuando eso falta todo de derrumba y la ostia de la realidad te hace darte cuenta de la situación en la te encuentras en realidad. Ya no hay palmaditas en la espalda, en vez de eso, aquellos fariseos que prestaron un dinero que jamás existió te retuercen las pelotas para poder recuperar como corsarios su botín, sin importarles sacar de su palacio de cristal a la gente, sin importar familias o los sueños rotos.
En ese momento estoy seguro que la gente se arrepiente de no haber comprado un piso mas pequeño en vez de un adosado, de haberse gastado una cantidad prohibitiva en decorar una cocina o en haberse colmado de todos los lujos habidos y por haber sin mirar siquiera de reojo lo que se venía encima.
Pero como dicen los expertos, cada ciertos años este sistema sufre una crisis y cada cierto años nos volvemos a tirar de los pelos buscando conejos de la chistera que nos saque de ella. Ahora en vez de conejo a resultado gaviota y yo, como un servidor, que no votante ni mucho menos, al amparo de su manto en forma de gobierno, estoy deseando ese truco final que nos deje con la boca abierta.
Eso sí, recordar que somos humanos y por lo tanto olvidaremos las penurias en un suspiro para volver a crearnos nuevas torres de naipes en esta maquinaria que devora en silencio nuestra personalidad.
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