Todos tenemos puntos de inflexión, generalmente, cuando se nos jode algo de la maquinaria. Son los temidos o amados cambios de dirección, cuando la veleta sopla hacia otro lugar y las cosas a tu alrededor deja de funcionar como hasta un segundo antes estaba funcionando. Nos acomodamos y al sentir esos cambios nos da por reflexionar, pensar o buscar miles de razones para no cambiar lo malo conocido que lo bueno por conocer, sin entender, que casi todo en esta vida tiene una fecha de caducidad impresa. Quizás porque no queremos dejar de pensar como los niños sin maldad nos atamos a futuros que no necesitamos, alimentando el espejismo en forma de esperanza que nos hace cerrar los ojos y no ver la cruda realidad. Sin embargo todo tiene un tope y como no somos de hierro solemos reventar como globos a los que has metido demasiado aire, sintiendo, que nos precipitamos de forma muy peligrosa hacia el suelo. Entonces nos remendamos con pespuntes que a pesar de detener el golpe no nos libran de seguir perdiendo altura, mas lentamente, pero con el mismo fatídico final. Es cuando valoramos y elegimos, no sabemos si acertadamente, que quizás hay demasiado lastre en los bolsillos, demasiado peso antes en forma de oro pero ahora carente de ese valor que te hizo llevartelo de viaje. Así que lo lanzamos fuera, lejos, recuperando la altura para seguir en el aire pero sin saber si ha sido una decisión correcta.
La solución es bien simple. Añoranza.
Si sientes que el recuerdo tan solo es eso un recuerdo o que por primera vez en muchísimo tiempo estas sin ganas de librar ninguna batalla. Si valoras lo que tienes y no lo que perdiste por el camino sin importar demasiado el motivo o la razón. Si entiendes que cargaste con cosas que no debías cargar y de rebote casi te dejas en tierra cosas valiosas que no embarcaste.
Son estos supuestos los que te hacen saber que, aunque sea de momento, el cielo vuelve a estar en calma para seguir volando.
Hacía ya tiempo que no se sabía nada de la marmota, tampoco es extraño, puesto que su tendencia a perderse no ayuda precisamente a tenerla localizada. Así pues, con gracia, salero y una niebla de mil demonios puso rumbo a la tierra de las bodegas, sin saber que al hacerlo, sufriría la maldición del vino tinto por sus venas. Pobre bicho acostumbrado a mezclar la uva con la coca-cola, no se dio cuenta de su error hasta que fue demasiado tarde. Sin saberlo muy bien acabó formando parte de una familia numerosa, de esas de parentescos imposibles, tanto, como que una al menos empezó siendo hija de una perra y terminó siendo la loba de la manada...cosas raras de la vida. Entre medias hubo de todo. Empezando por un pequeño huracán rubio con el alma de Shakira metido en el cuerpo, txipirones sin tinta, risas y lloros porque nadie quería seguir el baile de la mantequilla y sobre todo, una lección vital aprendida por un par de etílicos osados sobre lo contraproducente que puede resultar para la salud meterse con alguien que lleva diez años haciendo Kempo. Así, con prisas y a lo loco, acabaron buscando el santo Grial bien entrada la madrugada en forma de comida, con frío, dolor de ojos e intento de canibalismo.
....una noche realmente extraña, seguida de una prueba de fuego en forma de supervivencia a Sofing con mujeres viendo una serie sobre cosas de mujeres....pero es la vida de la marmota y esa existencia nunca es lo que se diga simple.
Hoy es un día para no callarse, para no mirar hacia otro lado o dar por bueno conductas que no son sino fruto de una enferma educación sobre una diferencia que jamás debió, debe o deberá existir. Pero yo hoy quiero escribir otra cosa, algo mas personal, mi homenaje a ellas. Tal vez porque desde muy pequeño viví de cerca su esfuerzo, su dedicación y su trabajo, seguramente por eso terminé por no diferenciar los sexos, mas lejos de lo físico y solamente ver a personas importantes que me han acompañado en este camino de aciertos y errores en el que he transformado mi vida. Todas importantes, marcadas a fuego en mi memoria y a la vez, trozos en cada trozo de lo personal que existe en mis múltiples capas de personalidad. Sé a ciencia cierta de donde viene mi cabezonería, mis ganas por intentar hacer lo mejor posible y buscar una perfección que mi patosas manos difícilmente acaban encontrando. Eso es genético, a dos capas, una por traerme a este mundo y luchar para que jamás me faltase de nada, la otra, porque siempre fui su nieto preferido a pesar de ser un jodido demonio al que las reglas le gustaban tan poco como las brújulas. Me costó, porque durante años anduve sin rumbo pero al ver ahora mi insistencia por hacer una y otra vez las cosas, comprendo que ese afán de superación, es fruto de lo que vi, de las veces que me regañaron, de la fe que pusieron en mí cuando yo mismo no la encontré. Si al final he encontrado un espacio en el que sentirme a gusto conmigo mismo, siempre fue gracias a ellas dos. Un espacio, por otro lado, que nunca permanece en calma, soy así, nunca conformándome sino es en la plenitud de sentimiento que a duras penas he conseguido a lo largo de mi vida. Quizás por eso guardo con cariño en mi tintero su mirada, tal vez, porque quisimos jugar a ser mayores demasiado rápido y como casi siempre ocurre con estas cosas, acabamos devorados por la realidad.
Sin embargo ella fue la primera, esa que siempre guardas en el recuerdo, con su carácter y su sonrisa, a la que la vida le puso mil y una zancadillas y aun así, ha conseguido volver a sonreír encima de una bicicleta.
Luego vino la segunda, la apuesta fallida y que mentiría si dijese que no llegué a odiarla con toda mi alma, lo hice, así lo sentía pero en el fondo siempre supe que no era el color con el quería jugar en mi vida.
Ahora, desde la ausencia de trato y los años de cicatrices sanadas, pienso que si bien su forma de actuar no fue precisamente ética, seguramente fue lo correcto.
Luego vino el caos, el querer sentir, el necesitar encontrar un parche para tanta rabia y con ella, el miedo, el desencanto y sobre todo el dolor cometido por mi torpe estupidez. Una época que confundí besos con caricias, tanto, que a día de hoy pienso lo cerca que estuve de perder a las grandes personas que he tenido la suerte de acercar a mi lado.
Son mi otra familia.
Es mi ojito derecho, ese lleno de cordura que no duda en dejar de lado su razón para acompañarme en cada una de mis locuras.
Una reina sin reino, atea y con muy mala leche, con verdades como puños y la broma por bandera, alguien, que hace mucho que no veo sus ojos claros y sin embargo aun recuerdo con aquel esbozo de sonrisa traviesa en su boca.
Estas son las mas importantes que no se enfaden las demás, pero ellas son las mirado a través del vacío en el que me perdí, aguantado mis infiernos con una paciencia que jamás creí que nadie poseería.
Por eso estas líneas para ellas cuatro y todas las demás, estas líneas de agradecimiento por hacerme sentir que al escribir estas líneas no tengo problemas en sonreír.
Al final sucedió, ya no hay problemas y la crisis es un fantasma del pasado rojo porque el azul nos traerá la salvación....¿Pero qué salvación?
Todo sigue igual y ahora además viene el silencio de los victoriosos, esos que hace unas semanas iban a trabajar desde el primer minuto en reflotar este barco con hilillos, tal vez por eso existe el silencio, quiero pensar que por su ingenuidad en pensar que no vieron que esos hilillos son agujeros de tal calibre que no saben ni como empezar a achicar el agua.
Todos culpables, todos a la cárcel y juzgados por sus crímenes contra la humanidad. Todo muy correcto, eso sí, siempre que nos olvidemos de afrontar nuestra parte de culpa en todo este problema con tintes de hecatombe.
Porque ahora ninguno, entre los que me incluyo, recordamos como piábamos con la boca bien abierta para saciar nuestros deseos de bienestar, deseos que siempre pedían un poco mas y nos sumergían en ese maldito de juego del "tanto tienes tanto vales".
Somos seres egoístas e inconformistas, que no tiene que ser malo, pero que si se aplica con el exceso de no dejar de intentar de no perder el futuro nos convierte en auténticas bombas de relojería andantes.
Todos con deseos, con fantasías que a veces rozaban la auténtica paranoia, en forma de contratos con el diablo por la necesidad de poseer un piso que hasta el día de nuestra muerte no sería mas que una utópica realidad.
Todos con ese anhelo por tener siempre lo mejor, lo mas nuevo y lo de moda, no importa el precio o el sacrificio, es la necesidad del cochazo, el movil de última generación o la decoración de diseño.
Todos con las ganas de enseñar nuestros exóticos viajes pagados a base de talonario, de lugares prohibidos en el espacio, sin importar hipotecarnos un poquito mas para conseguir esa instantánea en forma de templo perdido en mitad de la selva.
No, esto no eran nuestros sueños, eran los delirios a los que todos terminamos sucumbiendo. La necesidad de comprar la alegría con consumismo, de cuidarte no para ti sino para sentirte bello para los demás, apetecible, sin otro sueño que el mero hecho de agradar y poder explicar en todas tus redes sociales de falsa libertad lo feliz que eres o lo desdichado, pero siempre con ese anhelo de protagonismo.
Repito yo soy el primero que ha pecado, que tiene su señora tele, su consola y su colección de miles de euros de sacrificio, soy culpable de mi estupidez, de mi credulidad casi infantil de no haber sabido que el dinero no crece en los arboles y sobre todo, haber olvidado que se debe trabajar para vivir y no vivir para trabajar.
Eso para los que tenemos la suerte de trabajar porque cuando eso falta todo de derrumba y la ostia de la realidad te hace darte cuenta de la situación en la te encuentras en realidad. Ya no hay palmaditas en la espalda, en vez de eso, aquellos fariseos que prestaron un dinero que jamás existió te retuercen las pelotas para poder recuperar como corsarios su botín, sin importarles sacar de su palacio de cristal a la gente, sin importar familias o los sueños rotos.
En ese momento estoy seguro que la gente se arrepiente de no haber comprado un piso mas pequeño en vez de un adosado, de haberse gastado una cantidad prohibitiva en decorar una cocina o en haberse colmado de todos los lujos habidos y por haber sin mirar siquiera de reojo lo que se venía encima.
Pero como dicen los expertos, cada ciertos años este sistema sufre una crisis y cada cierto años nos volvemos a tirar de los pelos buscando conejos de la chistera que nos saque de ella. Ahora en vez de conejo a resultado gaviota y yo, como un servidor, que no votante ni mucho menos, al amparo de su manto en forma de gobierno, estoy deseando ese truco final que nos deje con la boca abierta.
Eso sí, recordar que somos humanos y por lo tanto olvidaremos las penurias en un suspiro para volver a crearnos nuevas torres de naipes en esta maquinaria que devora en silencio nuestra personalidad.
Diez días para no hacer nada, puede sonar a vagancia extrema y tal vez lo sea, pero también es útil para desconectar unos cuantos interruptores en mi acelerada cabeza.
Nunca pienso que me exijo demasiado, sobre todo, cuando hago lo que me gusta, lo que me libera y es mi hobby a fin de cuentas. Una forma de liberarme pero que a veces se convierte en mis cadenas, en un esfuerzo de no dormir, de pensar demasiado y centrar toda mi atención en crear una ficción que pierdo la objetividad de la realidad.
Es algo invisible, inodoro y sin sabor a nada, es una sensación que poco a poco te va saturando sin darte cuenta hasta que te asfixia y sientes la necesidad de cerrar todo durante un tiempo, dar carpetazo y simplemente no hacer nada.
Tiempo para ti, para solucionar guerras y sobre todo para hacer todo aquello que tenías pendiente. Cosas como terminar de pintar la casa en muy buena compañía, tomar un café sin prisas, charlas sobre cosas triviales pero amenas o disfrutar de ese placer que supone ver una película.
Así pues me quedan 24 días de no hacer nada, luego volverá mi querido caos.
Erika se encontró en un bar oscuro con las paredes pintadas de negro, cargado por el humo que se apelmazaba en el techo por la falta de ventanas y con una melancólica canción de Jazz de fondo. Erika tomó asiento en uno de los taburetes de la barra y comprobó que la higiene tampoco era la fuente de aquel lugar. Timbre se posó en la barra y comenzó a patalear todo lo fuerte que podían sus pequeñas piernas. - ¿A quien hay que matar para que te sirvan un trago? De debajo de la barra apareció un hombre de unos cuarenta años. - Joder. ¿Ni recargar las cámaras me vais a dejar? Erika se fijó en aquel hombre de ojos claros y barba descuidada, debió haber sido realmente atractivo con aquellos ojos color miel. Aunque al igual que sus ojos el resto de su cuerpo parecía que también se habían apagado y una prominente barriga era la mejor descripción de aquella batalla perdida con la vida. - Mira que sorpresa. ¿Has venido a ver a tu hermana?- Pregunto el hombre al ver a Timbre. El hombre dibujó una sonrisa en su boca y sus amarillos dientes le demostraron a Erika que la misma higiene del bar, era la que gastaba su dueño. - Solo he venido a tomar un trago con una amiga.- replicó Timbre.- Nada de visitas. - ¿Tequila?- Preguntó el camarero si desdibujar la sonrisa. - Lo sabes de sobra. Erika no entendía muy bien toda aquella conversación hasta que se fijó en la camiseta del camarero. Una camiseta negra con el nombre del bar, aclaró todas las dudas. Aquellas letras descubrían quien era la hermana de Timbre. Erika estaba sentada en el taburete de un bar llamado Nunca Jamás. El camarero se giró para coger una pequeña botella de Tequila y dejarla en la barra junto con dos minúsculos vasos de chupito. - Invita la casa.- Dijo mientras se alejaba hasta el otro lado de la barra. Erika miraba a Timbre con una sonrisa de satisfacción por haber descubierto uno de los secretos del Hada. - ¿Así que Campanilla es tu hermana?- Preguntó la joven. - Va a ser que no eres tan tonta como pareces.- Contestó Timbre mientras bebía un trago de tequila. El hada hizo un gesto de asco pero se sirvió otro chupito. - ¡Joder que bueno!- Dijo mientras bebía su segundo chupito.- Si quieres ver a mi hermana solo tienes que girar y mirar en la mesa de detrás de ti. Erika se giró y como lo demás en aquel viaje lo que encontró era totalmente diferente a lo que ella esperaba. Sentada en una de las sillas estaba campanilla, embutida en un vestido de noche negro y con sus labios pintados de un color rojo intenso. Su pelo rubio estaba perfectamente liso y recogido con una diadema de diamantes, a juego con el resto de joyas que decoraban su cuello y muñecas. A su lado estaba un pequeño grillo del tamaño del hada, enfundado con un costoso traje y fumando un minúsculo habano. - ¿Ese es Pepito Grillo?- Preguntó Erika. Timbre se giró y miró en la dirección donde miraba la joven. - Acertaste.- El hada se tomo otro lingotazo de Tequila.- Se chulea a mi hermana. En ese momento apareció un joven de unos treinta años, vestido con una horrenda camisa hawaiana, bermudas y unas oscuras gafas de sol tapaban sus ojos. Unos cuantos collares de oro decoraban su cuello y casi todos sus dedos estaban adornados con anillos del mismo color dorado. Sin embargo los dos detalles que resaltaban sobre el resto eran la prominente nariz de aquel personaje y el par de esculturales mujeres a las que venía agarrado. Una por cada brazo, pero ambas con la misma pinta de haber sido operadas en cada centímetro de su cuerpo. - Entonces ese es Pinocho.- Dedujo Erika. - Mas bien Veintiocho.- Replico el hada tras su cuarto chupito.- Pinocho veintiocho. La joven miró a la cada vez mas ebria hada sin entender muy bien a que se refería. - Ese, inculta amiga.- Dijo Timbre reprimiendo el hipo.- Es el nombre artístico del mejor actor porno de todo este mundo. - ¿Actor porno? - Digamos que no solo tenía grande la nariz.- Sonrió el hada.- Bueno, además de ser una estrella porno, también es bueno con la cocaína, las mujeres y la juerga. - ¿Su conciencia no dice nada?- Se sorprendió Erika.- ¿Qué opina Pepito Grillo? - El dinero y el sexo acallan cualquiera de las conciencias. Erika se giro, miró fijamente a aquel grillo y le vio inhalar una larga calada mientras Campanilla jugueteaba con una de las antenas. Timbre levantó el vaso del chupito. - Bienvenida a Nunca Jamás, la cloaca de los cuentos. Erika miro a su alrededor y comenzó a encontrar detalles que antes se le había pasado completamente por alto. El bar tenía unas cuantas mesas y todas ellas ocupadas con personajes sacados de sus inocentes cuentos infantiles. Aunque ninguno de ellos eran lo que se decía nada inocentes. Hansel y Gretel bebían sin descanso cervezas mientras se reían señalando a una mesa cercana en la que pulgarcito yacía inconsciente por el exceso de alcohol. Junto a ellos y contra una pared sin preocuparse demasiado por ser observados un hombre vestido de soldado daba rienda suelta a su lujuria, perdiendo sus manos entre los pliegues del tutú de una bailarina de ballet. Todos ellos eran parte de sus recuerdos de infancia por ello al verlos de esa forma, viendo que no eran para nada como ella los recordaba, la llenó de un vacío en su interior. - Siento ganas de vomitar.- Dijo Erika.- Son todos unos depravados. - Ya te he dicho que esto es una cloaca.- Contestó con voz ceceante Timbre. - Guanta razón tienes.- Contestó una voz ebria al otro lado de la barra. Erika y Timbre miraron al unísono y vieron a un pequeño ratón tirado sobre la barra, en ese instante, un chico de edad parecida a la de la joven se acercó hasta el etílico personaje. - Vamos deja en paz a las chicas y vamos a casa.- Dijo mientras cogía con mimo al ratón. El joven se despidió de Erika con un gesto y marchó con el ratón entre sus manos. - Ese era Martín con su ratoncito.- Le explico Timbre.- Está así desde que Susana le dejó por una de las ratas de la cenicienta. - ¿Una de las ratas de la cenicienta? - Si, ya sabes.- Continuó el hada.- Una se casó con el hada madrina y cuando palmó heredó un verdadero pastón. - Y Susana le dejó por todo aquella pasta.- Concluyó Erika.- ¡Que zorra! - Si. Pero una zorra forrada. Erika tenía que poner orden en su cabeza y para ello necesitaba silencio. En ese momento todas las luces se apagaron y un gran foco iluminó un pequeño escenario que había permanecido oculto para la joven hasta ese instante. De entre los pliegues de la cortina de detrás del escenario apareció una larga y esbelta pierna que comenzó a moverse. - Comienza el show de bella.- Le susurró Timbre a Erika. La pierna dio paso a un cuerpo tan esbelto como aquella extremidad. El cuerpo de una mujer hermosa, con un hermoso pelo azabache recogido con un precioso broche dorado. Vestida tan solo con una serie de pañuelos de seda que simulaban un vestido, se contoneaba al compás de la música que tocaba un joven con una pequeña flauta. Era una melodía hipnótica, rítmica, que hacía que la mujer se contonease mientras comenzaba a quitarse pliegues de seda de su cuerpo. Todos los presentes comenzaron a aplaudir y silbar ante aquel espectáculo. Mirando con ojos lascivos como aquella mujer se contoneaba. - No me digas.- Dijo Erika con cara de asco a su alrededor.- ¿Las mil y una noches? - ¿Las mil y una noches?- respondió Timbre.- Esa tía que se esta denudando es Bella. - ¿Bella?- La joven miró al hada sorprendida.- ¿La de la bella y la bestia? Timbre no contestó al momento, esperó paciente mientras se tomaba otro chupito de Tequila. El ruido de la sala, los gritos y silbidos se callaron, cuando una enorme bestia de mas de dos metros de altura entró en la sala. Tenía el cuerpo totalmente lleno de pelo y unos enormes colmillos asomaban por su boca, otorgándole un gesto tan feroz, que cualquiera se lo pensaría dos veces antes de meterse con él. Estaba vestido con un elegante traje negro y una corbata a juego, al verlo sentarse en una minúscula silla, Erika pensó los metros y metros de tela que tenían que haber necesitado para vestir a aquel enorme ser. - Pagar la hipoteca de un castillo es realmente caro.- Dijo Timbre. - Ya pero currar de stripper y de machaca, no se, me parece demasiado. - Pues esto es lo que hay. Erika se sirvió un tequila y se lo bebió de trago. Aquella bebida tan fuerte bajó por su garganta como si la fuese a abrasar. Antes que aquella vez ya había probado el tequila pero nunca con el estomago vacío. Aquel sabor aunque desagradable, la hizo olvidar durante un instante toda aquella especie de broma macabra que la rodeaba. - Todo lo que algún día fue bueno, ahora se ha perdido.- Se apenó la joven. -¿No puedes hacer nada con tu magia? El pequeño ser la miró con los ojos vidriosos por el alcohol y con la tristeza dibujada en su rostro. - Es verdad que somos mágicos.- Contestó.- Pero para que nuestra magia funcione hay que creer. - Yo creo. - Ya lo sé y me alegro.- Timbre intentó levantarse tambaleándose.- Pero contigo no basta. El hada se trastabilló un par de veces hasta que pudo mantener el equilibrio. - No podemos competir con los videojuegos.- Dijo mientras volvía a caer de culo.- A nadie le interesa ya los cuentos pasados de moda, sin tiros o violencia. - Alguien tiene que haber que aun lean cuentos. - Pero míranos.- Contestó el hada.- Somos el reflejo de la sociedad. El hada se volvió a levantar esta vez con mas convicción. - Somos mentirosos, promiscuos y vengativos porque vosotros queréis que seamos.- El hada señaló a Bella.- Vosotros nos habéis obligado a ser así. La joven se quedó muda ante la sinceridad del hada. En su miraba no había cinismo, ni rabia, tan solo una tristeza acentuada por el alcohol. - Los genios y las hadas tenemos que vivir en botes de café.- Continuó mientras miraba a Campanilla.- O dejarnos chulear. Timbre llamó con un chasquido al camarero y le susurró algo al oído. - Tenemos que hacer una última visita antes de que te devuelva a tu casa. - Saluda al viejo de mi parte.- Dijo el camarero mientras dejaba una botella de Ron en la barra.- Espero que ande tan guerrero como siempre. - Se lo diré Peter. El camarero se alejó para seguir hablando con la rubia del final de la barra, mientras Timbre se volvía a acomodar en el hombro de Erika. - Anda coge la botella y tira para fuera. - ¿A dónde vamos?- Preguntó la joven - Donde los malvados encuentran su muerte. Ante esa enigmática respuesta del hada, Erika salió por la puerta del bar.
Así debería llamarse realmente este mes, que empezó como una simple tormenta y terminó por convertirse en aguacero. Es normal que los cambios afloren cuando se llega a fin de año, es innato, tanto como las promesas del 31 de Diciembre que olvidamos el 1 de Enero. Sin embargo, cuando todo se junta, cuando descubres que ese tornado absorbe, voltea y revuelve tu mundo con violencia, cuando no sabes si estas arriba o abajo, sientes que te falta el aire. Oxigeno. Ganas de perderte en la montaña mas lejana, raparte el pelo y dedicarte a darle golpecitos a una campana intentando buscar el fabuloso río de la vida, ese Nirvana que te ofrecerá todas las soluciones. Lamentablemente sino eres creyente es difícil que encuentres algo hacia que hipotecar tu fe. Tan solo quedan destrozos, cosas rotas y sin sentido, tan solo te quedan las ganas de llorar al comprender, que has llegado hasta tu límite de aguante. Ni eres fuerte ni eterno, tan solo otra persona de carne y hueso con sus virtudes/defectos. Solo te queda aferrarte a los pocos valores que han quedado de pié, tomar tus decisiones y acatar las consecuencias. Tan solo te queda sorprenderte al comprobar que hay ciertos pilares que incluso tu pensaste que se caerían en cualquier momento han aguantado el embiste, otros en cambio, cayeron contra todo pronóstico. Este es el maravilloso juego al que nos toca jugar sin querer jugarlo. Esa partida de cartas tapadas, sin saber si hemos acertado en utilizar ciertas palabras, hasta que el tiempo nos dé o nos quite la razón. Es hora de cerrar heridas de guerras ajenas o propias, no de buscar perdón o redención, pero sí de hacer lo correcto en algo que hace tiempo dejó de ser divertido. Tiempo para arrimarte a los que te arropan, de arropar a los que se arriman, tiempo de cambios, de reconstruir pactos y afianzar las relaciones, esas perdidas en el tiempo, las circunstancias o la cabezonería. Es hora de bajar la guardia y dejar que te ayuden a sanar las heridas, de intentar no cargar con mas peso del que tu espalda pueda soportar o de vivir sin ataduras, sin ganas de discutir o perder el poco tiempo que tenemos en buscar enemigos, no, no creo que valga la pena enturbiar buenos momentos por un final inesperado. Es tiempo de reconstruir lo destruido y formar algo nuevo.
Además de las cosas claras, por supuesto. Creo que este dicho resume mi estado actual de equilibrio, ese que durante tanto tiempo he buscado y que sin embargo estuve lo suficientemente ciego como para no verlo hasta que alguien me abrió los ojos con una puñalada, de esas que ni duelen ni sangran pero que sin embargo te hacen reaccionar y plantearte que demonios estás haciendo con tu vida.
Todo por un inofensible relato de hadas fumadoras y lobos sodomizados. Cuanto menos curioso.
Sin embargo, tras un tira y afloja mi sentido y dejar fuera a pasados que no necesito en mi futuro, me surgió la duda sino era lo único que no me aportaba nada bueno.
Así que decido purgar mis contactos, porque llamar amistades creo que sería una exageración incluso para un bilbaino. Pero eso sí, antes de empezar a mirar para fuera hay que mirar hacia uno mismo.
Empezando por lo básico, sabiendo que no soy ni perfecto, ni tengo excasos defectos. Sabiendo de tu falta de confianza, de tu mala leche, de tu falta de tacto a veces. Comprendiendo que a veces el deseo nubla a la razón, mi mudez hacia que me implica o mis ganas desganadas de intentar seguir una constancia que cada día me cuesta mas.
Yo sé como soy, lo sé desde hace muchísimo tiempo, tanto que no me voy a sorprender cuando dejo aflorar mi lado racional, ese que no grita sino que reflexiona con sonrisa de poker para darse cuenta que hay gente que siente que tiene unos privilegios en cuanto a mi vida privada que jamás tuvieron.
Tal vez antes hasta me divertía, me mosqueaba o cabreada pero llegados a este punto simplemente no me producen nada, nada mas que la absoluta gana de sacar a las marujas de mi vida, a no tener que justificar mis acciones ante nadie o a no dejar que mi cerebro se nuble por un instante de excitación.
Seguramente he jugado al desconcierto porque no sabía ni yo lo que quería pero ahora lo sé, se quien quiero que este y quien no, es fácil, tan sencillo como que la gente que me importa conoce de sobra que sobre mi vida privada no se pregunta, no se indaga o se intenta sonsacar información que yo no quiero aportar, lo dicho, muy sencillo y sino se cumple, que te vaya bonito.
Mis frutas, aquellas a las que he hecho llorar y me han hecho llorar, aquellas con las que guerreo y aun así las adoro lo conocen, lo respetan y sobre todo lo entienden igual que entiendo cada una de sus reacciones, en una simbiosis perfecta de respeto.
El respeto es otra de mis condiciones, puede que no tenga muchos valores y que sea de insulto fácil, lo admito, pero jamás juzgo a nadie sin conocerlo, por muy mal que me caiga una vez conocido, nunca se me pasa por la cabeza despellejar a alguien por la espalda, llamarlo ética o simplemente asqueamiento ante este jodido mundo material en el que vivimos.
Por eso estoy cansado, cansado de parecer el malo de la película, el que se mosquea siempre. Cansado de no ser respetado y de rebote que no respeten a gente que aprecias y quieres. Esa es la palabra CANSADO.
Llegados a este punto, poco mas que decir que purgar mis relaciones, disfrazarme de Joker con la gente que juega a ese juego y disfrutar de la gente que vale la pena, que aunque pocos, me reportan la felicidad suficiente como para no necesitar nada mas, para esbozar una sonrisa.
Ellos saben quienes son, así que me ahorraré nombrarlos, a los de dentro y fuera del frutero gracias por regalarme tantos buenos momentos!