6/03/2011

EL CUBO DE RUBIK

Cada día que pasa siento que nuestro círculo de conocidos, amigos y familia se asemejan a un gigantesco cubo de rubik.


Multitud de caras que van cambiando a cada giro de nuestra muñeca y descubren o ocultan cosas que creíamos que eran tan seguras como irrefutables. Es una continua evolución y con cada uno de los giros no sabes lo que te vas a encontrar al día siguiente.

A veces son sorpresas buenas y consigues tras una conversación que estaba abocada al fracaso, conseguir que todas las piezas de uno de los lados se vuelva del mismo color.
Te soprendes y sin saber porque, la suerte ha sonreído comenzando a conocer otra faceta detrás de los vacileos y los continuos tiras y aflojas de poder.

Pero como todo en esta vida no todo acaba bien.

A veces, otro de esos giros desmonta una de las paredes que creías que estaba completa. Te mosqueas, por supuesto, y comienzas a girar y girar el cubo buscando acabarlo en forma de cabezonería.

O al menos eso hacías antes.


Porque si algo aprendes después de tanto tiempo con el dichoso rompecabezas, es que incluso dentro de su aparente complejidad, tiene su truco.

Hay que mantener colores inamovibles de esos que de cierta forma te sirven de guía y te ofrecen cierta seguridad para seguir probando con el resto. A veces puede que desmontes alguna de sus piezas, pero siempre sabes como regresarlo a su posición original y retomar el demente juego de conseguir que todos los lados acaben cuadrando.

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SOLAMENTE UNA PIEZA...