7/31/2007

EL DIVORCIO DE SUSANITA Y SU RATON

Que bonitos eran esos días en que el calor de su cuerpo junto a su corazón hacía que las frías noches de invierno pareciesen más cálidas. Que lejos quedan aquellos días en que entre el chocolate y el anís se juraron amor eterno, mintiéndose al decirse que nada cambiaría entre ellos.
Pero ningún cuento de hadas puede durar hasta siempre y como en todo buen sueño, al final se tuvo que despertar. Y finalmente Susanita cambió, dejó de soñar.
Como Wendy en aquel maravilloso mundo de “Nunca Jamás” decidió que iba siendo hora de crecer y abandonar la colorida fantasía en pos de la gris realidad. Ya no era aquella niña soñadora que se emocionaba con cada trocito de queso que le traía a casa, cada fragmento de su corazón que rara vez tenía un verdadero valor material.
Se apagó el brillo de sus ojos y ya nada de aquello le llenaba como antes y poco a poco se fue distanciando de su ratoncito, que aunque rico de corazón, seguía sin tener un solo duro en el bolsillo.
Ella empezó a frecuentar compañías cada vez más ajenas al pobre ratoncito, quien iluso de él lo entendió y ni siquiera dudo un momento de su dulce princesita. Tal vez los celos no hubiesen alargado algo, que finalmente sucedió, sin que él siquiera lo viera venir cegado por la belleza de aquella mujer.
Como era de esperar lo abandonó por una rata podrida de dinero a la que nada importaba los sentimientos de Susanita, sino más bien los encantos que escondía bajo su falda. Y a pesar de no tener corazón alguno, esta vez la historia no se hizo realidad, el bueno no acabó besando a la chica.
Pero nuestro desdichado héroe dejó de luchar ya que veía a su princesa tan feliz entre el cegador brillo del oro que prefirió dejar que su corazón se rompiese en pedazos, si con ello la viese sonreír.
Se retiró a un lugar oscuro y tranquilo donde nadie oyese sus lagrimas empapadas en el dolor de una despedida que jamás tuvo prevista en su vida. Tiritando de frío descubrió que ya no había que no había radiador alguno que le hiciese entrar en calor como ella lo hacía antaño. Su almohada desdibujada de forma de tantas noches sin dormir era el reflejo de la locura de una ausencia que poco a poco amenazaba con invadirle por completo.
La negrura de una noche eterna se fue apoderando de su cada vez más pequeña alma, sin que encontrara ninguna razón para continuar viviendo.
Así fue como se lo encontró Martin, debajo de un pequeño botón manchado con su propio vomito una noche como otra cualquiera en la que el alcohol no pudo hacerla olvidarla. Lo recogió de aquel sucio callejón y lo acogió en su casa esperando recuperar a aquel amigo con el que tantas buenas tardes había compartido, ese fue su deseo.
Pasaron los días, las semanas volaron y los meses cambiaron las estaciones con tal velocidad que a Martin le pareció que fuese ayer cuando recogiese a su amigo. Pero había pasado tiempo, mucho tiempo y el ratoncito había tenido que sufrir mucho para conseguir hacer cerrar las heridas de su corazón. Como en aquellas eternas partidas de ajedrez que antaño jugaba con Susana bajo la luz de unas velas. Ella le había arrinconado pero en el último instante su amigo le había salvado del fatídico jaque mate.
Aunque como en cualquier guerra acabaron quedando secuelas.
Tal vez su sonrisa contagiosa fuese la de siempre pero ahora apenas se le veía dibujada en sus labios y cuando lo hacía sus ojos no tenían el brillo risueño de antaño. Su corazón volvía a latir pero las cicatrices que habían quedado no se borrarían jamás. Debería aprender a vivir con aquellas punzadas de dolor que presionaban su pecho cuando algún recuerdo pasado invadía su mente.
Pero había comprendido, tal vez recordado algo olvidado.
Subido en su nube de papel no se había percatado que su mundo no era solo su Susanita, sino que mucha gente seguía pendiente de él a pesar de que el no los recordaba. Ahora se daba cuenta, tenía amigos como Martin que aunque jamás dijo una palabra siempre imaginó que ese final podía ocurrir. Como él tanta gente que ofreció su hombro para que llorara despechado por aquel maldito destino. Ninguno de sus labios esbozo jamás frases como “ya te lo dije” sino que sus bocas siempre esbozaron unas tiernas sonrisas de comprensión que ayudaron a curar sus heridas.
Las noches empezaron a dejar de ser tan frías y notaba como su deseo de continuar aumentaba con cada latir de su acelerado corazón. Las bolitas de anís dieron paso a las cervezas y el chocolate formó extrañas nubes de amistad por donde poco a poco empezó a renacer de sus propias cenizas.
Finalmente cuando aquella noche miró por la ventana y vio una hermosa luna llena con forma de queso un pensamiento recorrió su mente.
“ Susanita tiene un ratón... pero nunca mas seré yo”

1 Comentarios:

Alazne dijo...

Diossssssssssssssssss! mira que me encantó la primera vez que lo léi! pero es que cuanto más lo leo más me gusta!!!!!!!!!!!!!!!!!!! creo que es mi preferido! jeje (quizá sea por la afición compartida del chocolate y las bolitas de anís...)
Qué mala pécora la Susanita... si es que no tiene corazón!
Me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!! jajajajajaja, por si no había quedado claro, jajajajajaja.
Quiero másssssssssssssss!!!!! jaja.
1musu bitxo, sigue escribiendo, que eres la leche


SOLAMENTE UNA PIEZA...