PERSEGUIDOS POR EL RELOJ

Hay conversaciones que te hacen plantearte que ser una cabra no es por gusto o obligación, sino mas bien una necesidad para poder seguir respirando otra bocanada de aire.

Tal vez es pensar demasiado y luchar por ideas olvidadas es solo un síntoma de rebeldía juvenil, de una juventud por otra parte, que cada vez esta mas lejana de estar fresca como el primer día.
Son tiempos de valorar las consecuencias de unos actos que antes parecían divertidos y que ahora, son visto como saltos a contracorriente, como un camino solo tomado por unos pocos ingenuos que piensan que pueden vivir y sentir sin tener que buscar la sombra de una hipoteca.
Son las sonrisas cabronas de viajar sin una pulsera en la muñeca, sino mas bien con un mapa que nadie entiende o que de entenderlo, simplemente sirve para perderse en el siguiente cruce de caminos.
Aunque perderse puede servir para encontrarse, para poder recordar con añoranza un simple amanecer en la otra punta del mundo.
Es cierto que ya somos fugitivos del tiempo y de un futuro que ya se ha convertido en presente y nos rodea, nos susurra que lo amemos y dejemos los sueños de juventud, las mochilas en los camarotes y los proyectos de conquistar retos debajo de las camas.
Lo que no sabe es que aun no nos ha atrapado las manecillas del reloj y que disfrutamos lamentando errores provocados, de esos que te hacen lanzar mil juramentos al viento para un segundo después, romper en una sonora carcajada.
Porque esto es una dulce maldición, no se nace, no se compra, no se vende o regatea.
Es una locura con alevosía y pactos de copas en alto para brindar por una carretera a través de un desierto, de hacer en payaso con o sin nariz roja o caerte de sueño por escribir una línea.
Porque aun hay tiempo de disfrutar de los segundos que nos quedan en esta montaña rusa de sentimientos, lágrimas y alegrías.
Porque siempre habrá tiempo de lamentar pero nunca hacerlo por haber dejado algo en el tintero.