La pandereta ha vuelto a sonar otra vez, ruidosa,
soltando falacias en un intento por tapar la verdad que no se puede esconder
tras las palabras. El drama de miles de personas. Sin esperanzas, desencantados
ante una mentira envuelta en promesa sobre la liberación de una crisis.
Es la hipocresía de los ocupantes de los sillones de
cuero y Ipod de última generación por creerse suficientemente inteligentes como
para malversar la vida de los ciudadanos. No son gobernantes como intentan
hacernos creer cada vez que dan sus insípidas ruedas de prensa, son calaña,
marionetas del cuarto Reich cuyo yugo, ahora nos ahoga con guante de seda en
vez de puño de hierro.
Para el norte somos escoria de segunda, un lastre, la
simple carga de la que es mejor deshacerse antes que empiece a oler demasiado
mal. Nos engañan. Nos mienten. Nos dicen que es lo único que pueden hacer y lo
mucho que les duele tener que pagar a aquellos que perdieron el dinero por
avariciosos, a los ladrones, a los exclavistas que manejan a los trabajadores
como números inanimados se tratasen.
Carentes de cualquier conciencia que les provoque el
menor atisbo de vergüenza, sin que les tiemble la mano por la duda cuando
mandan a sus verdugos a expulsar a familias fuera de casa o dejan sin subsidios
a aquellos que mas lo necesitan. Sonrientes. Pensadores que sus hilos podrán
ser movidos para siempre sin que a nadie se le ocurra que las mismas tijeras
que ellos usan para recortar vidas, puedan servir para cortar sus corbatas de
marca.
Es entonces cuando nos convertimos en terroristas.
Somos individuos con el odio en nuestra sangre, ávidos
por romper su grande y libre nación mientras se llenan la boca con la palabra
democracia. La misma que ellos pisotean cuando mandan a sus perros a moler a
palos a hombres, mujeres e incluso niños. En la misma que se mean cuando
deciden recortar en sanidad, educación o cualquier otro derecho fundamental que
su gran y sagrada Constitución, la misma que juró un ser de sangre azul y
vicios caros que nadie eligió y todos pagamos.
Es entonces cuando comienzan a tener miedo.
Cuando los mineros pueden a las porras, cuando las
personas ocupan las calles o señalan a todos esos traidores de la humanidad en
su propio hogar. Llamándoles lo que son. Asesinos de sangre fría sin manchas en
las manos pero con las almas negras, que no tienen otra manera de defenderse que
atacando y difamando.
Así pues solo queda una cosa que decirles a todos
esos políticos, periodistas y demás mercenarios…Reincidentes creo que lo
resumió bastante bien.
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