Ya casi ha pasado un año desde que el amo y señor de la mundialmente aclamada Villa de Bilbao, decidiese elegir el dinero en vez de la
cultura.
Es curioso lo rápido que pasa el tiempo para solapar las historias hasta
sumirlas en el olvido. Aquel día me pilló a miles de kilómetros y lo que veía
parecían escenas sacadas de las hemerotecas del terrorífico pasado. Imágenes que
pensamos tener olvidadas, donde la razón, siempre la tenía quien golpeaba con mas
violencia.
La realidad es que simplemente cambiamos el gris por el azul. Ahora somos
esclavos mas sutiles donde no destaca la figura de un enano con alma podrida y asesinato como única respuesta a todo aquello que fuese diferente a “una
grande y libre”.
El problema radica en que la cultura gratuita no da dinero y eso la
convierte en un arma de destrucción masiva. En cierta manera eso es cierto,
salirse del redil que marca la basura que nos bombardea la televisión y empezar
a pensar por uno mismo puede ser peligroso. No solo no genera ningún ingreso,
sino que te comienzas a plantear unas preguntas que antes no eran para nada
importantes.
Es aprender el significado de la palabra responsabilidad y medir tu
calidad de vida por algo mucho mas importante que tanto tienes tanto vales. No
me refiero a ninguna riqueza material sino a crecer como persona, a salir a la
calle e interactuar con otros seres humanos para encontrar deseos y cubrir
necesidades conjuntas.
Ahí en donde nacen los músicos, artistas o escritores.
Es un caldo de cultivo que el poder no esta dispuesto a permitir que
germine, a fin de cuentas, el pueblo cuanto mas tonto es mas maleable. Pero eso
nunca detiene a todos los que sienten la fiebre por crear algo nuevo, ese libre
pensamiento, que busca sacar el máximo beneficio con los pocos recursos
disponibles.
Llamase ropa desechada, material
reciclable o un edificio abandonado y semiderruido desde principios de la
década de los noventa.
Es donde florecen las ideas, lugares donde la gente enseña a todo
aquel que quiere aprender o cualquier buena causa tiene cabida para ayudar a la
gran familia que se cobija en su interior. Hombres, mujeres, niños, viejos o
jóvenes sin importar su color o sexo. Todos aportando y recibiendo cualquier
cosa que les ayude a crecer tanto intelectual como emocionalmente. Gente
solidaria y sin barreras que crean espacios tan diversos como una clase de
sevillanas o un curso de escalada vertical.
Esto fue lo que las tanquetas y las pelotas intentaron pero no consiguieron
destruir hace ya casi año. Pudieron tirar las paredes tras las que se escondían
las ideas pero lo único que hicieron fue que se dispersaran para seguir
creciendo, evolucionando y atrayendo cada día a mas gente que un mundo
diferente es necesario.
Da igual que intenten catalogarlos de violentos, que los golpeen o los
desprestigien, puesto que si algo pone a cada uno en su sitio, es el tiempo.
Ya han pasado casi un año desde que los únicos que utilizaron la violencia. Ese 23 de Septiembre que pasé miedo por gente que tengo muy cerca del corazón, mis anónimos héroes, que no tuvieron miedo a encararse con los pistoleros de gatillo fácil y palabra corta.
Ya han pasado casi un año desde que los únicos que utilizaron la violencia. Ese 23 de Septiembre que pasé miedo por gente que tengo muy cerca del corazón, mis anónimos héroes, que no tuvieron miedo a encararse con los pistoleros de gatillo fácil y palabra corta.
Ahora se puede observar el resultado. Una ecuación bastante fácil, que se
resume que sin dinero nadie puede ofrecer lo que ese edificio ofrecía y
convierte al bello Bilbao en una de las paradojas mas estúpida del planeta. Es
la única ciudad del mundo que presume de un brillante museo
y no solo no crea cultura, sino que intenta destruirla.
Por eso da igual cuantos muros quieran levantar o que intentéis acabar
con los sueños nacidos en Kukutza o Casablanca. Puesto que les gusten o no,
cada vez que levante un muro al libre pensamiento, mil ventanas se imaginarán para
continuar con la lucha contra la estupidez.
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