4/06/2012

PROCESO CONTINUO DE ADAPTACIÓN


Quizás hemos olvidado demasiado pronto a adaptarnos al medio y simplificar todo en valorar nuestra imagen, nuestra forma de vestir o cortarnos el pelo. Esa obsesión por la que el tamaño del tacón sea proporcional al tamaño del vestido o a que nos tengan que brillar con imitaciones baratas de diamantes los lóbulos de las orejas, hasta el punto, que incluso perforarnos el cuerpo o teñirlo con tinta en buscar esa seña de identidad que nos vuelva únicos en un mundo cada vez mas generalizado a terminado también sucumbiendo al ogro insaciable que es la moda.
Un mundo que cada vez se vuelve mas impersonal, una jungla de metal y asfalto donde a falta de buena voluntad sobra un clasismo cada vez mas en auge. Un deseo por el cuerpo perfecto, por la ropa cara o los cachivaches de última generación nos han sumido en una espiral de consumismo donde los 21 gramos que debe de pesar un alma, acaban hipotecados por conseguir mas cosas tangibles.
Parafraseando una gran frase de película y sin llegar a Orión para observar naves en llamas, creo que cada vez cuesta, por lo menos en mi caso, sentirme libre o al menos engañarme con pensar que lo soy. Tal vez ver un glaciar o escuchar el sonido de la violencia de unas cataratas lo consiguieran, al menos eso quiero creer, por lo que siento al ver de nuevo aquellas fotos y recordar los fragmentos que el tiempo aún no me ha arrebatado a mi pobre memoria.
Tal vez porque no son los detalles en sí, sino la mera sensación, el placer de haber saboreado un momento único, uno de esos que entra por tus ojos, juega en nariz y tras darse un par de vueltas por tu paladar para que su sabor perdure en tu cabeza, decide marcharse haciendo mucho ruido por la punta de tus dedos.
Quizás lo importante es buscar asemejar esa situación única a momentos diarios.
Momentos como jugar un kinito después de mucho tiempo, atípico, sin normas y a lo loco…como antaño. Reír, bailar o disfrutar como si los años quisieran ofrecernos un atisbo del pasado, ese de hace una década, donde hipoteca o notario no entraban en el diccionario de nadie.
Es en ese caldo de cultivo donde surgen los buenos momentos, las sorpresas positivas como diría algún gurú del autoestima. Es mantener una conversación sin hablar pero con palabras sobre cine, disfrutar de la carencia total de lo “políticamente correcto” entre hipotéticos gritos de éxtasis en suajili y marcas de tizas, de películas que todo el mundo debería ver alguna vez en la vida o  sobre la dualidad del ser humano, como cabrón cobarde.
Quizás ahora, cuando ya en la cama pienso sobre eso comprendo que ahí puede residir la felicidad, en amoldarnos a las sorpresas, buenas o malas, pero ante todo adaptarnos al continuo cambio que nos ofrece la vida. Son esa caricia, ese beso o esa sonrisa que describen los poetas, pero también, esa risa de vaso en alto, esa discusión sobre sables laser o el olor de tu cama a otra persona tras un buen polvo, es todo y a la vez nada, porque si algo tiene el tiempo es que no para, no te ofrece esa tregua, simplemente el continúa su camino y en tus manos esta seguir buscando esos momentos que aunque sean parecidos a otros vividos, siempre serán únicos. 


SOLAMENTE UNA PIEZA...