Las versiones siempre han estado unidas a la música,
a veces una violación a la canción original de tal magnitud que el artista que
lo hace debería ser encerrado de por vida. Otras polémicas porque se emperran
en intentar cantar en otros idiomas o al menos intentarlo de la manera mas
horrorosas los oídos humanos apenas
están preparados para soportarlos.
Las leyendas urbanas dicen que los americanos dejaron
de usar la melodía de Barrio Sésamo para cambiarla por algo mucho más
terroríficas. Auténticas melodía inquisitorias como aquella sub-versión del
Aquarius de Rafael, la supuesta adaptación de un éxito carcelario del Rey del
Rock&Roll por parte del Príncipe Gitano o el último sacrilegio que la
señora cintura con una de las mejores baladas catalanas.
Si no las habéis oído os aconsejo que las busquéis en
Internet siempre que tengáis estómago y tímpanos de acero.
No todas son malas, incluso alguna versión consigue
eclipsar a la canción original, pero en eso consistimos nosotros mismos,
versiones de nuestra propia imagen para adaptarnos a cada situación. Es la síntesis
de nuestra propia existencia. Jugando a ser el poli malo, el bueno o cualquier
otro que necesitemos para cada una de las ocasiones, podemos ser vergonzosos,
valientes, agresivos o dóciles. Versionándonos a nosotros mismos en un juego de
máscaras donde lo más importante siempre será que al mirarnos en el espejo no
nos resulte extraño el reflejo que nos devuelve.
Estas son mis divagaciones de lunes y como canción
por supuesto una versión.
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