Cuando las calles volvieron a arder los recuerdos de época pasadas
retomaron a la memoria de los habitantes de la ría. La Villa había olvidado que
la violencia no es la situación, pero dejado ese punto claro, la pregunta no
deja de ser que nos tienen que enseñar los ricos a los que pagamos sus excesos.
Una mera presencia que no es sino una provocación a los estómagos vacíos
y hogares sin calor.
Ellos con sus trajes caros y corbatas a juego, ella con su blanco pelo
como el caballo de la muerte, nos insultan al pedirnos que nos atemos aún más
el cinturón cuando no quedan agujeros en los que pasar la hebilla.
Palabras vacías llenas de mentiras y palmaditas en la espalda que
frustra, palabras y palabras que nos pisotean para que ellos puedan seguir
comiendo de restaurante de lujo mientras las familias tienen que ir a los
comedores sociales. No es cuestión de derechos humanos. Esos desaparecieron
cuando los fantasmas del pasado jugaron a ser Tahures con ellos a finales de
los setenta, papel mojado que nos aseguraba una vivienda y un trabajo digno que
nunca fue una realidad.
Ellos nos engañaron y ahora somos nosotros quien pagamos.
Los hijos de los muertos de siempre, los orgullosos obreros que nunca
dudaron en ensuciarse las manos por mantener esos derechos, ahora violados y
prendidos con la mismas llamas que esta tarde han iluminado la Villa de la ría.
Estaremos de acuerdo que la violencia no era la situación.
Sin embargo que hacer cuando hagas lo que hagas se ríen de tí.
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