Con todo respeto a la profesión mas antigua del mundo, pero no por ello ,equivocándome al pensar que esas mujeres de sonrisa forzadas esconden mas secretos que cualquier confesionario de barrio.
La verdad es que la queja es nuestro deporte preferido, tal vez solo superado, por las ganas de saber las miserias ajenas sin mirar debajo de nuestra propia alfombra.
Es una enfermedad a nuestras consciencias. La crítica destructiva por la mera necesidad de criticar valores que no compartimos o tendencias vitales, que siempre bajo nuestro totalmente subjetivo plano moral, nos parecen desviadas al ideal. Nos alimentamos de la basura saciando los mas mezquinas necesidades de conocimiento a base de telemierda digital, sin valorar lo que nuestros ojos ven o nuestros oídos oyen sin querer escuchar.
Aunque para ello tendríamos que pensar y lo mas aterrador aún, descubrir nuestras propias miserias delante del espejo.
Así que en vez de ello preferimos criticar al que se manifiesta o al que no le parece que nuestra forma de llevar las cosas sea la correcta. Nos convertimos en la reencarnación de esa Inquisición pasada tan casposa como su recuerdo esta teñido de sangre y lágrimas.
Todo por un dedo...el mismo que me gusta levantar cuando escucho soberanas estupideces.
Pero que esperamos de un país donde ahora se quiere que nos manifestemos por turno... como que nos iban a dejar pajearnos en la intimidad de nuestro hogar y cometer el error de grabarnos!
Eso si las corridas sangrientas ya están de nuevo en la televisión...VIVA LA CULTURA!.
Creo que ese aire de superioridad nace de la ignorancia y sobre todo, pensar en una perfección humana para disfrazar una ignorancia intelectual, emocional y vital.
Yo he mentido, me he enfadado por estupideces, he perdido los papeles, he hecho mil y un pecados sin ser pillado...y no por ello me siento que me han salido dos cuernos...simplemente que sigo siendo un jodido ser humano imperfectamente perfecto.
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