9/18/2014

UNA SIMPLE MALETA DE MANO

Siempre existe una necesidad de desconectarte de la realidad, bajo la protección de una maleta y las ganas de simplemente estar en otro sitio. Son periodos de desintoxicación emocional o cansancio, donde prima lo diferente frente a la monotonía.
Pongamos que hablo de Madrid.
La ciudad del caos y los cláxones o como decía la gran canción de Sabina, donde la muerte viaja en ambulancias blancas. Edificios que te ahogan, que en cuanto llegas y brotas de las entrañas de la estación de autobuses, el calor te golpea para darte la bienvenida. No parece un buen lugar para pasar unos días y sin embargo se puede convertir en un lugar especial si encuentras la mejor compañía.
El secreto para poder llevarte bien con una ciudad tan loca es simple, debes de estarlo tu también y si de paso te marca el camino una tarada de vocación, en cuya locura reside su genialidad, el resultado puede ser cuanto menos inesperado. Una mezcla ideal entre lugares imposibles como bares en la sexta planta de un edificio de viviendas, o una antigua taberna por la que tienes que pasar debajo de la barra para sentirte como un mafioso. Las historias que esconden esos muros son cuanto menos increíbles, crónicas de un tiempo pasado, donde las ricas amputaban manos a sus hijas difuntas, las monjas las poseía el demonio o los extraterrestres hacían viajes asiduos a la orilla del Manzanares.
Mención especial se merece Pildoritas y su estrepitoso fallo a la hora de robar un tren, eso si, con huida en taxi incluida.
La ciudad reconvertida, esa escondida que ni la inutilidad de sus dirigentes podrá jamás hundir puesto que incluso la basura se convierte en música, los desechos en instrumentos y las pequeñas grandes personas que pueblan las calles, la melodía idónea para servirte de alimento con disfraz de robo, para usar una parte de las vivencias acumuladas en beneficio de crear personajes que intentes escaparse de las letras impresas en una hoja en blanco.
Por otro lado es cierto que hay que innovar pero a la par no olvidarse de las tradiciones, esas de narices rojas acompañadas de la estupidez mas estúpida. Cambiar una carretera de Centro America por una autovía de la España profunda, entre buitres y camiones asesinos, buscando una visión propia y sin duda distorsionada de siglos de historia. La mezcla idónea entre muros y acueductos, pasando por la poca pericia a la hora de no golpearte con techos bajos o compartir una amena charla salpicada del frikismo mas sano.
La guinda resulto estar al Este, el lugar donde descansan mis sueños, donde por alguna extraña e inexplicable razón, siempre consigo que la inspiración vuelva tras su exilio forzado. Es esa mezcla de buena compañía y una mano increíble para la buena comida, de sentirte valiente para ver películas de miedo o charlar sin importar la hora que marca el reloj, es esa sensación de sentirte en equilibrio. El sabor en el paladar de lo placentero de poder encajar en un dúplex estilo el camarote de los hermanos Marx, donde la genialidad despistada habita abajo y el pequeño santuario que me aporta calma arriba.
Observar los ojos ajenos devorando las líneas propias, con el nerviosismo del momento al querer y desear que ese alimento le guste, como un chef con un comensal realmente importante, impaciente, teniendo que necesitar toda la fuerza de voluntad para no desvelarle nada antes de tiempo.
Una sonrisa de satisfacción.
El simple gesto dibujado en los labios vale más que cualquier palabra y esa presión al lanzar el ultimo abrazo, te hace comprender que al igual que en las otras pequeñas etapas, esas son las personas que quieres a tu lado.
Es el secreto del loco y la genialidad del tonto.
Una simple ecuación que te hace comprender la única verdad absoluta sobre lo insignificante que son en realidad los lugares del mundo, cuyo mayor tesoro, siempre será las personas que los habitan.



1 Comentarios:

Unknown dijo...

oleeee!!!!! y la canción una de mis favoritas de Gatibu!!!!


SOLAMENTE UNA PIEZA...