Siempre existe una necesidad de desconectarte de la realidad, bajo la
protección de una maleta y las ganas de simplemente estar en otro sitio. Son periodos
de desintoxicación emocional o cansancio, donde prima lo diferente frente a la
monotonía.
Pongamos que hablo de Madrid.
La ciudad del caos y los cláxones o como decía la gran canción de Sabina,
donde la muerte viaja en ambulancias blancas. Edificios que te ahogan, que en
cuanto llegas y brotas de las entrañas de la estación de autobuses, el calor te
golpea para darte la bienvenida. No parece un buen lugar para pasar unos días y
sin embargo se puede convertir en un lugar especial si encuentras la mejor
compañía.
El secreto para poder llevarte bien con una ciudad tan loca es simple,
debes de estarlo tu también y si de paso te marca el camino una tarada de
vocación, en cuya locura reside su genialidad, el resultado puede ser cuanto
menos inesperado. Una mezcla ideal entre lugares imposibles como bares en la
sexta planta de un edificio de viviendas, o una antigua taberna por la que
tienes que pasar debajo de la barra para sentirte como un mafioso. Las
historias que esconden esos muros son cuanto menos increíbles, crónicas de un
tiempo pasado, donde las ricas amputaban manos a sus hijas difuntas, las monjas
las poseía el demonio o los extraterrestres hacían viajes asiduos a la orilla
del Manzanares.
Mención especial se merece Pildoritas y su estrepitoso fallo a la hora de
robar un tren, eso si, con huida en taxi incluida.
La ciudad reconvertida, esa escondida que ni la inutilidad de sus
dirigentes podrá jamás hundir puesto que incluso la basura se convierte en
música, los desechos en instrumentos y las pequeñas grandes personas que
pueblan las calles, la melodía idónea para servirte de alimento con disfraz de
robo, para usar una parte de las vivencias acumuladas en beneficio de crear
personajes que intentes escaparse de las letras impresas en una hoja en blanco.
Por otro lado es cierto que hay que innovar pero a la par no olvidarse de
las tradiciones, esas de narices rojas acompañadas de la estupidez mas estúpida.
Cambiar una carretera de Centro America por una autovía de la España profunda,
entre buitres y camiones asesinos, buscando una visión propia y sin duda
distorsionada de siglos de historia. La mezcla idónea entre muros y acueductos,
pasando por la poca pericia a la hora de no golpearte con techos bajos o
compartir una amena charla salpicada del frikismo mas sano.
La guinda resulto estar al Este, el lugar donde descansan mis sueños,
donde por alguna extraña e inexplicable razón, siempre consigo que la
inspiración vuelva tras su exilio forzado. Es esa mezcla de buena compañía y
una mano increíble para la buena comida, de sentirte valiente para ver películas
de miedo o charlar sin importar la hora que marca el reloj, es esa sensación de
sentirte en equilibrio. El sabor en el paladar de lo placentero de poder encajar
en un dúplex estilo el camarote de los hermanos Marx, donde la genialidad
despistada habita abajo y el pequeño santuario que me aporta calma arriba.
Observar los ojos ajenos devorando las líneas propias, con el nerviosismo
del momento al querer y desear que ese alimento le guste, como un chef con un
comensal realmente importante, impaciente, teniendo que necesitar toda la
fuerza de voluntad para no desvelarle nada antes de tiempo.
Una sonrisa de satisfacción.
El simple gesto dibujado en los labios vale más que cualquier palabra y
esa presión al lanzar el ultimo abrazo, te hace comprender que al igual que en
las otras pequeñas etapas, esas son las personas que quieres a tu lado.
Es el secreto del loco y la genialidad del tonto.
Una simple ecuación que te hace comprender la única verdad absoluta sobre
lo insignificante que son en realidad los lugares del mundo, cuyo mayor tesoro,
siempre será las personas que los habitan.
1 Comentarios:
oleeee!!!!! y la canción una de mis favoritas de Gatibu!!!!
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