8/04/2014

LA BANAL REALIDAD DE LA NECESIDAD

Cada cierto tiempo me pongo a pensar demasiado, un defecto de fábrica, que termina por hacerme comprender que a veces tendría que haber tomado otro camino. El remordimiento que siempre va intrínseco a la toma de decisiones, la paradoja de darle demasiado a la cabeza tras haber aprendido a cerrar entre las costillas en el corazón. Una cicatriz del pecho que forja a cada uno de nosotros sumergiéndonos en la duda si realmente te gusta lo que haces o llegará a servir para algo.
Son los momentos narcisista.
Todo nace entre las notas de la banda sonora que nos acompaña como ADN a lo largo de nuestras vidas, la mía nunca pudo haber sido lineal, un continuo naufragio entre la chulería de un Loco y la dulce traición de aquel que con voz quebrada siempre camino por las calles de luces de neón.
Son los momentos de duda.
Es esa necesidad de crear algo único, sin fecha de caducidad, golpeando las teclas como una imitación descolorida de un desgarrador poema de Bukowski, sucio y directo, bordeando la realidad hasta desnudar el alma más dura. Genios. Personas que consiguen entrar en la gente que sabe escuchar y produce la envidia ante la creación, pensando que son las mismas letras que miras en el teclado pero sin esa esencia.
Son los momentos que te asomas al abismo.
La duda nace de lo simple, esa necesidad de buscar un público a quien dirigir los aullidos inconexos, buscar a personas que puedan sentir lo que transmites, aunque a veces sea desconcertante y otras, roce el caos. Desnudándote. La manera de vivir una pasión que nunca será lo suficientemente lineal para no meterte en el fango.

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SOLAMENTE UNA PIEZA...