Como cada año toca el balance del trapecista, ese de
equilibrio de cuerda sin red de seguridad ante la caída. Otros doce meses de
penas y glorias, días negros y horas de alegría para formar un todo repleto de
pequeños detalles.
Empezando por pedir un aplauso para todos vosotros
por sobrevivir al 2013.
Un año negro para los bolsillos, donde el hambre y la
precariedad nos han obligado a forzar la sonrisa en días de lluvia. Atropellos
diarios de nuestros derechos en esta grande y libre solo para los poderosos,
porque libertad como palabra como definición, debería quitarse del real
diccionario de la lengua. Cúmulo de malas ostias. Vejaciones que nos han
enseñado que quizás el camino para la felicidad está escondido en los pequeños
detalles y no en lo que la televisión nos quiso enseñar como autorealización.
Sin embargo voy a dejar de generalizar y centrarme en
mí persona.
Este año la mochila se ha quedado en el armario, los
payasos no viajaron pero no por ello abandonarán esas ganas de ponerse la nariz
roja y perderse por el mundo. Hablo en nombre de Trosky cuando digo que no es
tanto la lejanía del destino como la experiencia que nos aportan esos días de espectáculo.
No nos importa si Costa Rica se convierte en Extremadura porque donde nos
lleven los pies no seguirán las carcajadas.
Año extraño, de sueños cumplidos y sueños por
cumplir, donde una amante del octavo pasajero se convirtió en genio de Aladino.
Froté su lámpara y me trajo las locuras de un dibujante con alma de punki, cuyo
arte con los pinceles es tan grande como la hospitalidad de sus palabras y os
puedo asegurar que en lo primero es un puto genio.
Otro año entre notas, donde encontré a una patatera
roquera amiga de una Vallecana con ansias por oír a unos Californicanianos, una
mezcla, locuras de dos días de notas bañadas en cerveza, cuyo bis, vino dado en
unos días de Octubre entre zurra y aceite de motor de cuarenta y tres octanos
con lima.
Así han pasado los meses donde las personas han
salido y entrado de mi vista, gente que el amor les ha hecho olvidar la palabra
amistad, buscando excusas vacías para no admitir que los lazos no eran tan
fuertes como aseguraban que serían. Briznas de hierba movidas por el viento.
Recuerdos que se quedarán grabados en el pasado porque la experiencia siempre
es algo que sirve para alimentar los pasos futuros, pasos que aún pueden llegar
al kilómetro cero con calma, puede que hubiera sido otro hasta siempre pero
sigue siendo un saludo de bienvenida.
Este es mi año sin olvidarme de mi escudera, ella
nunca falla y siempre está para entrar en mis pensamientos locos poniendo orden,
siempre viva para nuevos retos, a
sabiendas que cada año veo como crece personalmente y este en especial,
laboralmente.
Este es mi año y haciendo balance gana lo bueno.
Hasta el año que viene y que la música nunca de deje de sonar.