10/17/2013

A VOSOTROS DOS PAREJA DE CINCO

Como decía aquella canción.
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.
Es cuanto menos reseñable la capacidad del ser humano para moverse entre los sentimientos y las sensaciones. Algunos lo hacemos en los extremos, tanto que pasamos de tener una guerra abierta, a valorarla como alguien cercano.
Aunque la curiosidad no se limita a un momento.
Sino hubiera sido imposible de otro modo que una chispa surgiera, en particular entre dos personas, separadas por cientos de kilómetros durante gran parte de la vida y que sin embargo han terminado juntas, tal día como hoy hace unos añitos, en unas fiestas cuyo nombre no quiero recordar y su seña son las manchas rojas causadas por alocados porrones.
No logro recordar que hacía ella, seguramente, beber esa especie de aceite casi fosforito de 43 octanos solo
acto para los paladares de la capital. De la otra mitad si me acuerdo. No es fácil olvidar ese momento surrealista que dibujó una sonrisa en mi boca, cuando el azar o la mala cabeza de algún enfermero, quiso que encontrase una capa plateada para convertirse en el protector de los indefensos borrachines de madrugada.
Un extraña mezcla que sin embargo creó la tormenta perfecta, con algún que otro trueno ya enterrado bajo el olvido de algún brindis y una paz, firmada con el secretismo de un regalo de cumpleaños a base de tinta entre las capas de la piel. Algo nuevo. Vivo y en continua evolución que logra dibujar en mi rostro una sonrisa al observar tanta complicidad, no sin cierta envidia sana, de dos personas que parecen entenderse entre los vacíos que existen en lo diferente.
Ya sea un momento de etílica amnesia momentánea ante la misteriosa desaparición de la entrada de un pueblo o el estasis casi mortal al escuchar la primera canción de un concierto que llevaba meses sonando en sus oídos.
Son detalles.
Pequeños momentos que como observador veo desde la distancia y descubro como dos adultos se pueden convertir al instante en niños, al recordar entre risas que vieron un coche convertido en salchicha circulando en dirección contraria. Reitero que son solo sus pequeños momentos. Los instantes que se dignan a compartir como la sana discusión sobre una canción y las rastas de su cantante, la desaparición en el espacio tiempo de un festival o una conversación banal mientras tienes que morderte el labio para no llorar como una niña.

Así pues deseo que  pueda escribir la segunda parte de esta carta dentro de tres años, después una tercera y así párrafo a párrafo, para recordar a esta peculiar pareja de cinco, además de agradecer de todo corazón, que una madrileña nos haya salvado a la humanidad de tener que ver a mofletillos recitar uno de esos poemas de amor disfrazado de canción desesperada de un tal Neruda….

Que cojones un día es un día.

NO hay pura luz
ni sombra en los recuerdos:
éstos se hicieron cárdena ceniza
o pavimento sucio
de calle atravesada por los pies de las gentes
que sin cesar salía y entraba en el mercado.

Y hay otros: los recuerdos buscando aún qué morder
como dientes de fiera no saciada.
Buscan, roen el hueso último devoran
este largo silencio de lo que quedó atrás.

Y todo quedó atrás, noche y aurora,
el día suspendido como un puente entre sombras,
las ciudades, los puertos del amor y el rencor,
como si al almacén la guerra hubiera entrado
llevándose una a una todas las mercancías
hasta que a los vacíos anaqueles
llegue el viento a través de las puertas deshechas
y haga bailar los ojos del olvido.

Por eso a fuego lento surge la luz del día,
el amor, el aroma de una niebla lejana
y calle a calle vuelve la ciudad sin banderas
a palpitar tal vez y a vivir en el humo.

Horas de ayer cruzadas por el hilo
de una vida como por una aguja sangrienta
entre las decisiones sin cesar derribadas,
el infinito golpe del mar y de la duda
y la palpitación del cielo y sus jazmines.

Quién soy Aquél? Aquel que no sabía
sonreír, y de puro enlutado moría?
Aquel que el cascabel y el clavel de la fiesta
sostuvo derrocando la cátedra del frío?

Es tarde, tarde. Y sigo. Sigo con un ejemplo
tras otro, sin saber cuál es la moraleja,
porque de tantas vidas que tuve estoy ausente
y soy, a la vez soy aquel hombre que fui.

Tal vez es éste el fin, la verdad misteriosa.

La vida, la continua sucesión de un vacío
que de día y de sombra llenaban esta copa
y el fulgor fue enterrado como un antiguo príncipe
en su propia mortaja de mineral enfermo,
hasta que tan tardíos ya somos, que no somos:
ser y no ser resultan ser la vida.

De lo que fui no tengo sino estas marcas crueles,
porque aquellos dolores confirman mi existencia.


1 Comentarios:

Nadia dijo...

Has conseguido que se me salte la lagrimilla, jejeje!


SOLAMENTE UNA PIEZA...