9/12/2013

TODO LO QUE SUBE...

Cuando la tregua supone el genocidio emocional te paras a preguntar que hiciste mal. Encontraras millones de razones innegociables sobre los errores donde debiste acertar pero fallaste. Destrozando el atrezzo de la obra de tu vida como si el elefante que tienes de corazón, se hubiera perdido en una cacharrería.
Ni siquiera tú te entiendes.
No llegas a comprender porque esos fantasmas siguen peleándose con las fantasías y no permites ceder un centímetro al verbo sentir. La coraza por bandera cubriendo los defectos que una simple canción puede quebrar como si se convirtiese en cristal, descubriendo tus pequeñas miserias, sintiendo que la vulnerabilidad de la que llevas tanto tiempo escapando se reproduce hasta convertirse en un gigante. Uno enorme, cuya mera sombra, puede espachurrarte contra el irregular suelo que pisas bajo tus pies.
A veces la ira no es suficiente.
Tampoco respirar hondo y cerrar los ojos con fuerza deseando que eso jamás existió.
Eso es inútil porque al final solo quedas tú y el disfraz de payaso de sonrisa postiza que decidiste portar para intentar fintar al doloroso rechazo. Manteniendo el aire entre cualquier otro cuerpo que se acerque lo suficiente como para comprobar que no hay nada de oro en lo que reluce.
Son días grises.
Jueves tan sangrantes como aquel Domingo en Irlanda.
Momentos que solo te queda escuchar esa canción y saborear esa sensación de desencanto como si fuera un don y no una maldición. Mentirte al hacerte creer que podrás crear algo de la miseria, traspapelando tu propia experiencia, a un personaje ficticio para toda la gente excepto para uno.
A sabiendas que eso no será un brote de imaginación sino el reflejo de un espejo distorsionado.



                                                                                                                                                                  

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SOLAMENTE UNA PIEZA...